ENSAYOS SOBRE ALQUIMIA : EL CAMINO DE LA REGENERACIÓN
No
quiero dejar de presentar este excelente ensayo de Eloy Millet Monzó,
acerca del proceso de La Gran Obra. Por lo que sé, el autor toca puntos
extremadamente esclarecedores acerca de la obra, incluye también el
proceso conocido como “Rosario de los Filósofos” el cual permite
pasar la materia a través de ciertos procesos cósmicos donde se la
expone a las influencias planetarias y zodiacales. Dicho Rosario permite
además dar fe de que los procesos alquímicos en distintas fases de la
obra, deben adquirir las virtudes celestes (planetarias y zodiacales)
P.E.: el régimen de la luna. Sería interesante que el lector hiciera
como ejercicio personal una analogía entre los procesos descritos en
este ensayo, para la Obra Externa, y los llevara a la Obra Interna, sin
la cual el alquimista no puede transformarse.
Solo resta hacerme eco de las afirmaciones de los adeptos: La obra no puede comenzar sin el concurso del cielo.
Alquimia: El Virtuoso arte de ennoblecer
Habiendo
iniciado en la parte primera un recorrido a través de las
civilizaciones que mayor arraigo han tenido en el desarrollo de la
alquimia y de las relaciones que entre ellas establecieron, pretendemos
exponer a quien se acerque a esta segunda parte, en primer lugar algunas
de las distintas etimologías que se han venido utilizando para enraizar
la alquimia con algún pretendido origen, con mayor o menor aceptación
entre los investigadores, continuando con la descripción de su más
elevado quehacer, “la obra magna”, limitándonos a explicar de la
forma más concreta que nos ha sido posible las más importantes fases de
su proceso, intentando descifrar algunas expresiones utilizadas por los
alquimistas e indentificándolas con determinados minerales y procesos
químicos que permanecían ocultos y prohibidos al conocimiento común, en
parte debido al interés por mantener en secreto otras actividades
ilícitas, cuyos beneficios se atribuían al resultado de practicar la
alquimia y por otra parte al miedo a la represión y al castigo por
ejercer públicamente su práctica, aunque también se ha ejercido, y
mucho, debido a la ignorancia y a la avaricia, tanto por parte de la
gente del pueblo como por monarcas, religiosos y cortesanos con el ánimo
de enriquecerse.
Analizaremos
la pretendida transmutación producida por el fuego y el rocío a través
de tres colores básicos, el negro, el blanco y el rojo, exponiendo un
fenómeno social o palingenesia tendente a provocar un cambio en
las estructuras sociales mediante la repetición de determinados actos
conducidos y controlados, cuya finalidad se desea por unos pocos para
subyugar a los demás a sus propios intereses, como los actos
protagonizados por la Sociedad de la Niebla encaminados a
instaurar una monarquía única en Europa bajo el control de los
Habsburgo, Sociedad que utilizó a personajes como Julio Verne y
Alejandro Dumas, entre otros, influyendo en autores como en Miguel de
Cervantes, Dante o Goethe y sirviendo como base ideológica hasta tal
extremo, que jardines como los de Versailles en Francia, Bomarzo en
Italia o Aranjuez en España se diseñaron bajo sus auspicios.
Es
inevitable que detallemos algunos de los trucos más escogidos para
hacer creer que lo que se obtenía era oro o que lo que se estaba
vendiendo era una piedra preciosa, cuando en realidad se había obtenido
un pedazo de cobre o de hierro recubiertos por una delgadísima capa
dorada y lo que se vendía era vidrio tintado.
Entre
las muchas biografías interesantes de alquimistas, hemos escogido
cuatro, contrastando de manera somera y breve algunas informaciones
contradictorias, por lo que dejamos su calificación o no, al buen
criterio de cada cual.
Si
basamos la alquimia en la transmutación, un cambio social podrá tenerse
como un proceso alquímico, por lo que apuntamos algunos aspectos
científicos que podrían producir determinados cambios en las estructuras
sociales, tales como las investigaciones en células madre, la micro y
nanotecnología o la inteligencia artificial, la denominada IA.
Apartados
1.-Interpretaciones etimológicas
2.- La obra magna de la alquimia.
3.- Etapas, elementos del trabajo, uso de la astrología y simulaciones.
4.- Sobre los colores.
5.- La recogida del rocío según el Mutus Liber.
6.- La transmutación en alquimia y la radiactividad.
7.- Transmutación social: la Sociedad de la Niebla.
8.- El fuego y las fuerzas espirituales.
9.- Curiosas manifestaciones de simbología alquímica: Caperucita y Blancanieves.
10.-Variantes de la alquimia: espagiria, yatroquímica y arquimia
11.-Sobre trucos, engaños y leyendas.
12.-Cuatro breves reseñas biográficas desde la alquimia:
Nicolás Flamel, el Conde de Saint Germain, Fulcanelli y Paracelso.
13.-La alquimia en el futuro inmediato: células madre, nanotecnología e inteligencia artificial.
3.- Etapas, elementos del trabajo, uso de la astrología y simulaciones.
4.- Sobre los colores.
5.- La recogida del rocío según el Mutus Liber.
6.- La transmutación en alquimia y la radiactividad.
7.- Transmutación social: la Sociedad de la Niebla.
8.- El fuego y las fuerzas espirituales.
9.- Curiosas manifestaciones de simbología alquímica: Caperucita y Blancanieves.
10.-Variantes de la alquimia: espagiria, yatroquímica y arquimia
11.-Sobre trucos, engaños y leyendas.
12.-Cuatro breves reseñas biográficas desde la alquimia:
Nicolás Flamel, el Conde de Saint Germain, Fulcanelli y Paracelso.
13.-La alquimia en el futuro inmediato: células madre, nanotecnología e inteligencia artificial.
1.-Interpretaciones etimológicas
En tiempos de Constantino el Grande, vivió un notable erudito de aquella época llamado Julius Firmicus Maternus, y en sus obras significa por vez primera la palabra “alquimia”.
En la Biblioteca Imperial de París, se conserva el tratado más antiguo sobre alquimia conocido en Europa, escrito en griego por Zósimo de Panópolis alrededor de 400 años antes de nuestra Era y Eneas Gazeus escribió otro unos 800 años después.
Por
el secretismo en las prácticas de la alquimia, Pierre Jean Fabre
afirma que dicha palabra viene de la labor que desarrolló como artesano
un hijo de Noé, Cham, y que en hebreo “chaman” quiere
decir misterio, lo que unido a que la alquimia se consideró un
misterioso y secreto arte, denominándose inicialmente como “al- chamanie”.
Otros
investigadores hacen intervenir en su etimología algún asunto
relacionado con Egipto, así pues, Isaac Asimov afirma que la raíz
etimológica de la alquimia proviene de “khemeia”, derivada de “Khan” que significa “antiguo Egipto”, y que fue adoptada por los griegos con la palabra khumus o jugo vegetal, de lo que se deriva la parte de la alquimia que se dedica a la extracción de jugos provenientes de plantas.
Una vertiente mitológica es la de Zósimo de Panòpolis, que afirmaba: “los hijos de Dios eran ángeles que escribieron el libro Chema
dedicado a las hijas de los hombres en recompensa a su entrega y en el
que les revelaban los secretos de transmutar metales y los de la
naturaleza”, aludiendo a las posibles relaciones de los hombres con deidades.
Una de las etimologías de mayor aceptación es la que indica que se compone del artículo árabe “al” y de la palabra egipcia “keura” o la ciencia considerada como madre de todas las artes desarrolladas en Egipto, Persia, Caldea, Jerusalén, Atenas o Roma.
Una
etimología lingüista que intenta enlazar el antiguo Egipto con el mundo
del Islam, es la de Titus Burckhard al afirmar que viene de las
palabras árabes “al-kuimia”, “Ul-khemi” y “al-ki-miya”, que a su vez tienen relación con la egipcia “keme”
o tierra negra, lo que puede entenderse como las fértiles tierras de
las orillas del Nilo o como el símbolo de la materia prima de los
alquimistas en su primera fase o nigredo, cuyo color característico es el negro debido a la carbonización de la materia.
Y
por último, otra de las etimologías que reflejan las creencias
populares respecto del proceso que siguen los metales en el interior de
la tierra para llegar a convertirse en oro, es “De Alchemia”, un tratado atribuido a Alberto Magno en el que define a la alquimia como la invención que tuvo un personaje llamado “Alquimo”
el cual enseña a perfeccionar los metales corruptos que permanecen
dentro de la tierra, lo que viene a interpretar una creencia imperante
durante siglos y que está basada en que en el subsuelo se “cuecen” los
minerales que van pasando desde el plomo hasta el oro y es el
alquimista quien puede acelerar este proceso al que asemejaban a la
“curación” de los metales, siendo el oro el metal perfectamente sano.
Otra curiosa etimología es la que apunta a la primera partícula de la palabra, la “al”, pues en hebreo es el nombre de la suprema deidad o Dios, cuyo plural es precisamente “Elohim”, denominación que la Biblia traduce también como Dios, y en el ocultismo copto la suprema deidad era el dios del fuego o “Al-ait” cuyos adeptos o “hacedores de fuego” eran los “Alethae” cuyo principal objetivo era el de conseguir el llamado por el mundo islámico como “Alkhaest”, la “panacea universal”
o elixir de la inmortalidad, fluido capaz de disolver toda la materia
quedando reducida a su esencia a través de la acción del fuego, acción
consentida y propiciada por su deidad suprema Al-ait.
Dicha esencia es el principio que produce la vida en todos los reinos, es el llamado “nephesh”
por la propia Biblia que lo identifica con la vida, la sangre y el alma
de todas las cosas, constituyendo el principio que relaciona el
espíritu con la materia, por lo que posee la capacidad de generar
cualquier clase de materia y esta ha sido la constante de la alquimia,
conseguir ese principio o nephesh al que ha denominado “elixir o panacea universal”.
Nótese que la palabra “alquimia” también comienza por la partícula “al” por
lo que se trata de una denominación con raíces muy antiguas y que
relaciona a los hombres con el fuego y con la deidad suprema.
Abarca
dos aspectos con procedimientos distintos, uno para obtener el llamado
“polvo de proyección” que transmuta cualquier metal en oro y el otro
para la elaboración de un elixir cuyas propiedades curativas se
extienden a todas las enfermedades e incluso propicia la inmortalidad.
Hay
testimonios que se inclinan a creer que todo lo anterior es cierto y
otros lo tienen por falso, en este trabajo nos limitaremos a la
exposición de unos y de otros, sin afirmarlo ni negarlo.
Entre
los autores que mantienen la creencia en su falsedad, encontramos a
Benito Jerónimo Feijoo, en su obra “La Piedra Filosofal”, texto en el
que nos indica que la gran obra “constituye un antiguo y codicioso
empeño que reduce a pobres quienes aspiran ser opulentos y consume el
oro poseído, sin lograr el esperado”.
El conjunto de procedimientos para la gran obra constituye un “arte” que se ha venido en calificar de “divino”, adjetivo que bien merece una explicación.
Los
griegos atribuían la expresión de divino a todo lo que les resultase
admirable, fuera de lo común o extraordinario, y cuando invadieron
Egipto se encontraron con las prácticas de alquimia egipcias
calificándolas de divinas, pero hay que centrar nuestra atención en el hecho de que tenían la peculiaridad de la invocación a los dioses, de ahí que los conocimientos alquímicos sean de “carácter inspirado”
o divino según los griegos, que, al pasar al Islam y a Europa, se
interpretó este calificativo como que era Alah o Dios quien directamente
ha de conceder su gracia al alquimista por la intermediación de dioses
menores o ángeles, capaces de hablar el lenguaje humano y el divino.
Básicamente,
se consideraron tres elementos activos para la consecución de la piedra
filosofal, la sal, el azufre y el mercurio, pero no los elementos
naturales sino los filosóficos, es decir los que se “han
exaltado” eliminando sus impurezas mediante el fuego y quedando sus
principios activos que se combinarán con otros dos elementos pasivos, la
tierra y el agua, consistiendo el proceso en separar el carácter
masculino y el femenino de estos cinco principios para que, cuando se
combinen una vez que hayan purificado, produzcan la semilla que
permitirá la transmutación a oro de cualquier metal.
Esta
semilla es el polvo de proyección o piedra filosofal, que contiene en
sí misma los tres principios básicos del Universo, el Cósmico en el
azufre, el Humano en el mercurio y el Terrestre en la sal, en virtud de
lo cual aparecen tres clases de alquimia, la más grosera es la del
elemento terrestre, la sal, siguiéndole la del elemento humano o
mercurio y por fin, el elemento divino o espiritual simbolizado en el
azufre, pretendiendo que todo el proceso desde la sal hasta el azufre lo
energetice el fuego, fuego que propiciará que los elementos salinos se
conviertan en esencia para ser absorbida por el mercurio, que devendrá
en otra esencia para ser absorbida por el elemento del azufre que, al
convertirse en esencia contiene la de las dos anteriores y puede
materializarse tanto en el plano divino, como en el humano o en el
terrestre.
Esta tercera esencia es el objetivo final de la alquimia o “piedra filosofal”
que en un aspecto espiritual significa la constante regeneración del
hombre mediante el fuego de la voluntad y de su mente, es decir, el
ennoblecimiento de sus facultades anímicas mediante la sutilización de
sus estructuras materiales, proceso que adopta tres coloraciones, la que
corresponde a la sal el negro, la del mercurio el blanco y la del
azufre el rojo.
El francés Armando Balbault, considerado como alquimista, publicó un libro titulado “El oro de la milésima mañana”
(Ed. Sirio-1986) en el que describe las exigencias y los trabajos que
tuvo que efectuar durante quince años para obtener el elixir universal u
“oro potable” que, ingerido, afirma que cura todo tipo de enfermedades
especialmente las cardíacas, las renales y las sifilíticas.
La
dedicación occidental para obtener ese oro potable o elixir de la
eterna juventud, es muy probable que penetrase en Europa por influencia
de China y la India, justo a través de los contactos con Arabia y con el
Islam intensificados en la Edad Media.
El
método seguido por la totalidad de los alquimistas, aunque cada cual lo
ha variado de manera peculiar y personal a la hora de ejecutarlo,
estriba en la capacidad para reproducir los procesos naturales en los
que un elemento adquiere las propiedades de otro para cederlas a un
tercero y así sucesivamente hasta llegar al oro, que es capaz de
poseerlos todos quedando “su alma” o esencia impregnada de las
características y propiedades de todos los elementos anteriores. Esta
característica del oro se interpreta como la energía cósmica que mueve
al universo constituyendo la vida, y que el ser humano puede reproducir y
usar. Es el compendio de todas las energías en una sola, la energía de
síntesis, y el alquimista tiene fe en que es el oro el elemento que
las puede contener para liberarlas en beneficio del hombre, una vez que
se haya desprendido de su condición de metal que le confiere un estado
impuro.
Hemos
elegido las indicaciones de Balbault para efectuar una breve exposición
de las fases del procedimiento porque nos parecen más concretas y con
menor contenido místico que las de otros, pues en diversos autores
sobre alquimia encontramos expresiones como el azufre macho y el azufre hembra, el azufre
que no es azufre, el mercurio macho y el mercurio hembra cohabitan para
dar a luz al mercurio hermafrodita o filosofal, la leche de vaca negra,
el agua de luna, el eterno fugitivo, …, mientras que en la obra de
Balbault se reseñan más elementos concretos que en la de otros autores y
al alcance de la comprensión de cualquiera. Otro asunto es si se admite
o no por el criterio personal de cada cual.
Es el hermafrodita o andrógino y las cuatro coronas simbolizan a los cuatro elementos que intervienen en la gran obra.
Para iniciar la gran obra no existe uniformidad respecto de lo que ha de constituir la materia prima, pues unos afirman que cada alquimista se sirve de su
propia sustancia y que no le sirve la de otro, o de que en la elección
de la materia ha de intervenir la inspiración divina, otros apuntan a
los sulfuros metálicos como las piritas, la galena o el cinabrio
-(mercurio)-, que bajo ciertas condiciones son capaces de cambiar su
carácter terrenal por el divino e ignoramos cómo pueden cumplirse los
requisitos exigidos, ya que hay que “extraer la sustancia de la vejiga del mercurio”, o hay que recoger “el agua seca” para mezclarla con “el sulfuro que huye” enterrándola en estiércol de caballo hasta que “se haga el alma” cuidando de que no salga “espíritu alguno”.
Expresiones
que preferimos no exponer detalladamente porque ignoramos su
interpretación en términos químicos y porque preferimos no elucubrar
sobre posibles suposiciones.
Es el Domun Dei, una de las obras sobre alquimia más difundidas en el siglo XV, en el que se realiza la cópula para engendrar al rey de cabeza roja, ojos negros y pies blancos que será el maestro con el que comienza el proceso de disolver las impurezas materiales o solutio culminando con el mercurio filosofal o lapis.
Balbault
afirma que consiguió su obra magna materializada en un elixir, tras
años de percepciones extrasensoriales, intuiciones, procesos mentales y
actos no conocidos por la ciencia que le permitió obtener el “oro
potable” mediante la fusión de múltiples y dispares energías, algunas de
ellas completamente desconocidas por la ciencia actual. El alquimista
ha de dominarlas una a una captando su esencia a través de sí mismo
mediante poderes de clarividencia, de la interpretación astrológica, del
cálculo matemático y de la simbología, uniendo todas las fuerzas en
juego en un determinado y único instante que debe aprenderse a
aprovechar, pues dadas sus difíciles condiciones puede llevar al fracaso
si no se cumplen de manera escrupulosa.
3.-Etapas, elementos del trabajo, uso de la astrología y simulaciones
La
exposición detallada de las fases del trabajo en la gran obra del
alquimista puede llegar a ser cansina e incomprensible, así que hemos
optado en lo posible por la brevedad y la claridad.
Para el inicio de la correcta acción, y según Balbault, habrá que tener en cuenta:
-la elección del lugar y momento exactos en los que se recogerá la materia prima con la que empieza la consecución de la gran obra del alquimista.
-nutrir
aquella materia prima con rocío recogido y procesado en muy concretas
circunstancias, mezclándolo con esencias vegetales previamente
elaboradas y flores recolectadas en determinadas tierras y condiciones.
-destilar,
cocer, volver a destilar e incinerar hasta que todo se ha reducido a
cenizas. Es la cadena de trabajos que se contienen en la afirmación del
alquimista cuando dice repetidamente solve et coagula durante años.
-se llega a la obtención del polvo de proyección que, al contacto con el oro absorbe toda su esencia y captando mediante la “fijación”
sus propiedades curativas le desprende de su condición de metal
reduciéndolo a su esencia o alma. Es por ello que no se le encuentra
mediante el análisis químico del polvo de proyección, porque permanece
como alma y no como metal.
Ya
habrá notado quien lea, que la ciencia no puede admitir la totalidad de
estos procesos como “científicos”, por lo que para admitirlos, en
cierta manera habrá que penetrar en una lógica metafísica que permita
procesos tales como el de sacar la esencia del metal o su alma.
Cada
una de las etapas se caracteriza por un tiempo, muchos cálculos
matemáticos y astrológicos, el estado psico-físico del alquimista, las
condiciones del entorno, el clima, el momento del día o de la noche en
el que hay que ejecutar una tarea …, conjugado todo ello con las
características y aptitudes del propio alquimista que actúa en todo
momento como un verdadero catalizador.
Otro alquimista actual que se hace llamar Simón H. resume el proceso de la gran obra en 5 procedimientos que los temporiza así:
1.- la vía madre, también llamada vía húmeda, de 9 meses de duración.2.- la vía húmeda larga, de tres años.
3.- la mixta, mitad húmeda mitad seca, alrededor de dos años.
4.- la vía del antimonio, parecida a la mixta.
5.- la vía seca, muy peligrosa, cuya práctica se mantiene en secreto, de 8 a 12 días.
Es el rabino Abraham Eleazar, el legendario y misterioso maestro de Nicolás Flamel, sobre un atanor cuya chimenea es el glifo del antimonio. El arroyo de la parte inferior simboliza a la fase húmeda, a sus pies las cuatro letras de Jehová o cuatro elementos, la comadreja de la izquierda simboliza la vía seca o de la sal secreta (el rocío), en la que el nitrito juega un papel crucial.
Respecto
de la materia con la que se inicia la gran obra, Balbault nos desvela
uno de los mejor guardados secretos de los alquimistas, afirmando que se
trata simplemente de tierra, tierra fresca y limpia, que ha de
ser recogida mediante la elección minuciosa del lugar y del momento para
ello, pues no se trata del simple trabajo mecánico de excavar y recoger
en el suelo, sino que constituye una complicadísima operación ya que
debe realizarse en el preciso momento en el que se producen determinadas
conjunciones astrológicas entre la Luna, Saturno, Urano, el Sol y la
posición astrológica del alquimista calculada a través de su mapa
astral. Balbault nos cuenta que tuvo que esperar un año.
Como
acto previo a la recogida de la tierra, el alquimista ha de someterse a
una estricta dieta alimenticia, a una rigurosa disciplina física y
espiritual llevada a cabo mediante una vida de correcta moralidad y
equilibrio, con el pleno dominio de todos sus sentidos, inteligencia y
dones de percepción, para que las energías cósmicas se concentren en la
tierra que va a ser recogida y en el preciso instante de su cosecha, ya
que si se comete el mínimo error resultará inservible provocando el
escape de las energías entre los dedos del alquimista.
Se
observa una curiosa paradoja revelada por todos los autores cristianos
que han versado sobre alquimia y que afirman, en primer lugar que para
su práctica es indispensable ser buen cristiano, devoto, humilde, de
recta y honrada intención y de pura conciencia, recibiendo la muerte
como castigo al intentarlo sin estas condiciones, y en segundo lugar,
todos admiten que la enseñanza sobre alquimia la recibieron del mundo
árabe, al que tratan mal de manera desmesurada y con desprecio
calificándolo de canalla sarracénica.
Es el círculo completo o sabiduría eterna, “Vigila durmiendo, pues somos la materia de la que se hacen los sueños”, Shakespeare en “La tempestad”.
A
la izquierda el oratorio, a la derecha el laboratorio, la razón y la
experiencia, en primer plano el horno que es la paciencia para cocer las
imperfecciones o pasiones y encima de la mesa se simboliza a la música y
a la armonía que han de acompañar en todo momento al opus magnum.
A
partir de ahora habrá que nutrir a esa tierra energetizada
cósmicamente, con la sustancia de ciertas flores recolectadas de manera
muy concreta en cuanto al lugar y tiempo, ya que hay que determinar la
relación entre la flor y su correspondiente planeta, precisando para
ello un perfecto conocimiento de la flora y de la astrología trabajando
durante meses y permaneciendo durante horas ante la flor si se hace
necesario, hasta percibir el exacto momento en el que deba ser cortada.
Pasarán
varios años hasta que esa tierra se haya impregnado de las esencias
vegetales y se haya convertido en una mezcla de color negro, estando
preparada entonces para su combinación con el rocío, mezcla que se
destilará en repetidas ocasiones para recoger el precipitado sólido de
cada destilación hasta que adquiera un color blanquecino como fase
intermedia, que dará lugar mediante la repetición de las destilaciones a
otro precipitado de color anaranjado o rojizo, color que indica la
correcta elaboración de todo el proceso y que se ha obtenido el polvo o
“lapis” con el que permanece la esencia de la naturaleza, esencia que
será capaz de sanar cualquier enfermedad y purificar los metales para
obtener el más puro de todos, el oro.
Se representa la labor del blanqueo de la materia carbonizada que “es tarea de mujeres”.
Haciendo
mención a otro procedimiento de entre los muchos que podemos encontrar,
Pedro Rojas presenta en la revista Azogue núm. 2 de 1.999 un texto de
Diego Torres Villarroel en el que describe las fases para la fabricación
de la piedra filosofal y que resumimos así:
--En primer lugar se refiere a las condiciones que habrá de poseer el practicante de la alquimia: “conocimiento
de la naturaleza y anatomía de los metales, firme en la empresa, sano y
sin estorbos en pies, manos o en la vista, hijo de la verdadera
doctrina, sutil en talento, medianamente rico y bien dispuesto en sus
órganos y miembros”.
--Establece los dos principios clásicos en la alquimia tradicional, el azufre y el mercurio, a los que denomina como “el spiritus faetens o sulfur y el agua seca, agua viva o argento vivo”.
--La operación empieza con el doble procedimiento para obtener el “elixir blanco” y el “elixir rubro”.
El color blanco del “régimen de Mercurio” con el nacimiento del “azoth” al que le seguirá el “régimen de la Luna”.
--Para la obtención del elixir blanco precisa “argento vivo” (azogue o mercurio), “sulfur citrino volátil que huye” (azufre), “sulfur verde fijo” (cardenillo o verdín, óxido de cobre y también sulfato de hierro) y “sulfur blanco fijo” (sulfato de cinc)”,
elementos que reducidos a polvo y mezclados con agua se destilan
sucesivamente después de haberlos sometido a varias cocciones,
obteniendo el “lapis benedictus” que contiene la esencia de tres
elementos, el agua, el fuego y el aire, faltando la esencia del cuarto
elemento, la tierra, que se incorporará cuando se obtenga el elixir
rubro y se mezclen ambos elixires.
“Dad
a nuestro dragón viviente el león feroz para que lo devore”, simboliza
que en el signo de Leo reina el Sol o dragón al que le será entregada la
materia para que se la coma, constituye una evocación del sulfato de
hierro, corrosivo y conocido como caparrosa, vitriolo o “león verde” en
la fase de cocción primera o “digestión”.
--Para el elixir rubro se precisa: “doce onzas de sulfur verde, seis de sulfur blanco y seis de tierra rubra ponderosa (tierra roja, caliza o arcillosa)”. Repite el procedimiento de mezclar con agua, cocer y destilar.
--Hay que elaborar un tercer elixir para que se puedan mezclar el blanco y el rubro, con el mismo procedimiento pero con estas proporciones: “doce onzas de sulfur verde, nueve onzas de tierra rubra ponderosa y nueve de sulfur blanco”.
--Hay que mezclar ahora los dos elixires con el tercero y volver al fuego para destilar, dando como resultado la lapis filosofal que “lo revela Dios a quien quiere”
después de un largo proceso en el que hay que enterrar en estiércol de
caballo el recipiente con el resultado de las destilaciones y durante
cuarenta y nueve días, plazo en el que se repetirán las operaciones de
cocción y destilación.
--En estos procesos se obtiene la “magnesia alba” o piedra filosofal que permite obtener plata y si se continúa se llega al producto final, la “piedra de las Indias, de los babilonios y de los egipcios”, que permite obtener el oro y curar todo tipo de enfermedades.
Afirma que con “una onza de esta piedra y cincuenta onzas de plomo o de estaño, se convierte todo en piedra, multiplicándose la medicina”.
El rey representando al Sol y la reina a la Luna, sostienen a su hijo, convertido en “tintura mercurial o lapis filosofal”
En
todos los procedimientos para la obtención de la “lapis filosofal”
intervienen cuatro colores, el negro, blanco, amarillo y anaranjado o
rojo, colores que determinan la consecución de una de las fases para dar
comienzo a la siguiente, siendo el amarillo un color de trámite, pues
los básicos son el negro regido por Saturno, el blanco por la Luna y el
rojo por el Sol.
El arco iris de los colores en el que se le concede mayor importancia al color púrpura como representante del fuego de lapis.
No
solo se han establecido métodos para que se creyese en la correcta
consecución del procedimiento de la alquimia, sino que se han descrito
procesos para vender imitaciones.
En
los papiros de Leyden y Estocolmo encontrados en Egipto hace un
centenar de años y datados hacia el siglo III, se contienen una centena
de fórmulas que permiten imitar oro, plata, piedras preciosas, y para
tintar cristales así como telas. Una de las fórmulas dice así:
“Para aumentar el peso del oro fundirlo con una cuarta parte de cadmia, resultará de mayor peso y dureza”
Siendo la “cadmia” una mezcla obtenida al fundir metales como el cobre, cinc o arsénico.
Contiene
un curioso tratamiento del oro pero de manera superficial y que parezca
que se haya hecho a la totalidad de la masa del metal:
“Calentar oro hasta el rojo junto con sulfato de hierro, alumbre y sal”
El
sulfato de hierro, junto con el alumbre y la sal producen ácidos
clorhídrico y sulfúrico que disolverán al metal, pero solo en la
superficie y sin penetrar hacia el interior, dejando una finísima capa
superficial de oro que se pule y hace creer que es una buena pieza
porque pesa más que antes.
Otra de las fórmulas indica la manera de fabricar “un anillo de hermosa presencia”:
“Triturar
una parte de oro y dos de plomo hasta que parezca fina harina, añadir
goma y revestir el anillo con la mezcla, calentar y repetir varias veces
hasta que parezca oro, resultando muy difícil descubrir el artificio
con la piedra de toque porque dará la marca del oro, ya que el fuego
fundirá el plomo de la mezcla quedando el oro”, se
refiere a que por la acción oxidante del fuego aparecerá el litargirio o
monóxido de plomo que acabará fundiéndose y desapareciendo ante la
vista del observador, pero el anillo que queda no es de oro sino de
cobre.
Y por último, una fórmula para imitar a la plata:
“Sumérjase
cobre en vinagre de tintorero y alumbre durante tres días, después se
funde una mina del cobre, otra de tierra de Chio, otra de sal de
Capadocia y seis dracmas de alumbre. Fundirlo todo añadiendo hasta
veinte dracmas de plata y quedará una excelente mezcla”
La
“mina” y el “dracma” son medidas de peso y la mezcla resultante tiene
aproximadamente un 77% de cobre, un 19% de plata y un 4% de arsénico,
debido a que el alumbre lo contiene y se funde con fuego moderado para
que no se elimine totalmente. Y lo curioso es que esta mezcla se
tenía por buena plata y como tal se vendía en grandes cantidades en los
mercados populares. Lo que puede corroborar que los orfebres egipcios
imitaban oro y plata y que sus métodos no se han extinguido a lo largo
de la historia.
4.-Sobre los colores
El
proceso de la alquimia se rige por tres colores básicos, como ya hemos
visto, el negro, el blanco y el rojo, pasando por coloraciones
intermedias como el amarillo y el anaranjado.
En
el siglo XVII todavía se creía que toda la gama de colores estaba
contenida en los dos principios básicos de la alquimia, el azufre y el
mercurio, símbolos a su vez del Sol y de la Luna, de la luz y de las
tinieblas, del todo y de la nada.
El
Rey y la Reina, el sol negro y el rojo, la Reina sobre la materia y el
Rey sobre el espíritu, ambos relacionados por el azufre o mediador.
Respecto
de la consideración por separado de la luz y de las tinieblas para
producir todas las coloraciones, se ha asemejado la luz al rojo y el
negro a las tinieblas, lo que ha generado dos teorías, una la de Kircher
y Goethe cuando afirman que los colores se forman por la combinación
entre la luz y las tinieblas, y la otra protagonizada por Sir Isaac
Newton que llegó a la conclusión de que todos los colores se encuentran
potencialmente en la luz, sin considerar a las tinieblas y, cuando en
1.680 enunció su teoría sobre la gravitación universal, adscribió la
fuerza centrípeta a la que impele el azufre, la centrífuga a la del
mercurio y la de rotación representa la repetición de las operaciones en
la alquimia para que la materia se limpie de sus impurezas y es en esta
rotación cuando se producen todos los colores intermedios.
Kircher,
Goethe y R. Steiner, elaboraron sus teorías sobre los colores a partir
de la creencia gnóstica sobre que todo lo existente nace de la
refracción de la luz divina en la materia precisando de un mediador, que
Paracelso lo encontraba en el azufre. Asimismo se basaron en los
conceptos que se tenían en la alquimia sobre los colores, conceptos
recogidos por el gnosticismo y que les proporcionó la idea de que “el
tejido cromático del mundo” es el resultado de la refracción de la luz
divina en el mundo material, simbolizado por las aguas sombrías y
agitadas.
Cuando las tres fuerzas descritas por Newton, la centrípeta, centrífuga
y de rotación, se encuentran en perfecto equilibrio, entonces se
engendra la “prima materia”, origen de todas las cosas o piedra
filosofal.
La refracción de la luz divina en la materia a través del azufre o mediador entre lo humano y lo divino.
Paracelso
afirmaba, como ya hemos visto, que todos los colores son el resultado
de la relación entre la materia y el espíritu mediatizada por el
azufre, según que prevalezca el espíritu sobre la materia se producirá
un determinado color. Quizá sea por ello que Goethe sigue a Paracelso
en estas ideas sobre los aspectos cromáticos al observar el efecto que
producen los ácidos sobre el azufre, ya que en las distintas
concentraciones se producen diversas coloraciones.
Básicamente,
la coloración roja-anaranjada de la última fase alquímica puede
obtenerse sometiendo la heliantina a la acción de un ácido, así como
que si este ácido actúa sobre el tornasol provoca coloraciones rojas
cuando predomine el ácido o azules si lo hace una base.
El
color blanquecino podían obtenerlo sometiendo la estibina a la acción
del ácido clorhídrico, lo que produce un sólido incoloro, el tricloruro
de antimonio, que cuando se disuelve en agua precipita, y si se deseca
queda un polvo blanco que es el oxicloruro de antimonio, y bien
pudiera pasar como el resultado de la primera fase de la alquimia sin
que ello sea cierto. También se obtiene un sólido blanco que funde
solamente a los 30º por la mezcla entre agua y ácido nítrico, mezcla
llamada “ácido fumante”.
La
coloración intermedia es la amarilla y puede obtenerse mezclando el
antimonio con el cloro dando como resultado un pentacloruro cuya
coloración varía en intensidad dependiendo de las proporciones en las
que hayan intervenido el cloro o el antimonio.
La coloración roja-anaranjada simbolizando al león rojo y volador, régimen del sol regido por el color púrpura.
Y
la roja o anaranjada, se obtiene sometiendo el antimonio al ácido
sulfhídrico, y todos estos elementos eran conocidos y manejados antes de
la Edad Media.
Los
colores en la alquimia del Egipto antiguo, del Islam y en el continente
asiático, diferenciaban cualidades en el ser humano simbolizadas por
ocho clases de flores llamadas “flores de santidad” y todas ellas
ha de contenerlas el alquimista en su justa medida, dichas cualidades
se institucionalizaron posteriormente y cada religión las adoptó a su
manera, pero puede entreverse su raíz común si las contemplamos, y son
las siguientes: caridad, dominio de sí mismo, afecto, paciencia, resignación, devoción, meditación y veracidad.
Todos
los colores se generan a partir de las dos polaridades o principios, el
azufre y el mercurio, el sol y la luna, el fuego y el agua, la luz y
las tinieblas.
El
practicante de alquimia vigilaba recelosamente la consecución de los
correspondientes colores durante todo el proceso, pues le daba razón
sobre su correcta ejecución. Sin entrar en la consideración de aquellos
que han engañado, el verdadero alquimista ha buscado el oculto espíritu
o esencia contenida en toda materia orgánica y hombres como los
rosacruces medievales (Robert Fludd, Paracelso, Thomas Vaughan o Filaleteo
y Van Helmont entre otros) alquimistas todos ellos, y R. Bacon,
Agrippa, Geber o Enrique Kunrath entre otros muchos, no merecen ser
calificados de embaucadores ya que han legado grandes beneficios a la
humanidad porque fueron capaces de penetrar en los secretos de la
Naturaleza y reproducirlos para provocar determinados efectos en la
salud, en la tecnología o en la filosofía.
El
libro Mutus Liber o Libro Mudo ha servido de base para numerosos
escritos acerca de las tareas de la gran obra escenificadas mediante 15
grabados con profundo significado alquímico. No se ha determinado con
exactitud su autor aunque se apunta hacia Altus, un seudónimo de Jacobus
Sulat. Aparece una primera edición en 1.677 en La Rochelle, de la que
el discípulo de Fulcanelli, Eugenio Canseliet, apunta que gracias a esta
edición pudo aislar la sal del rocío, volátil en extremo, y que
contiene un delicado y finísimo nitrito capaz de refinar a otras sales
de cuya aplicación resulta el armoníaco, como unión armoniosa entre el propio amoníaco y la sal obtenida del rocío.
Es
la primera lámina del Mutus Liber en la que si leemos al revés las tres
líneas de números en la parte inferior, son tres citas bíblicas en las
que se hace referencia al rocío celeste y a las flores. Es el sueño de
Jacob con la escalera que une el espíritu con la materia.
La
plancha número 3 del libro Mutus Liber puede ilustrar magistralmente la
acción de la recogida del rocío, en la que se muestra a un hombre y una
mujer torciendo una tela de la que caen gotas de un líquido, al fondo
un carnero y un toro, el Sol, la Luna y unos rayos que descienden sobre
todo el paisaje.
El hombre representa al sol y la mujer a la luna. Al rocío también se le denomina “vitriolo de sabios”
y se representa con un león verde, ya que se recoge por primavera. El
glifo de la recogida es una esfera con la cruz en su parte superior,
símbolo con el que también representaban al antimonio.
La
recogida y procesamiento del rocío tiene una razón de ser, y es para
facilitar la unión entre el azufre y el mercurio, operación que solo es
posible con la ayuda de la sal ígnea obtenida a partir del rocío y
compuesta de amoníaco, nitrato y sales tartáricas, mezcla que está
contenida en el rocío de la primavera.
Las ideas acerca de la utilización del rocío arraigan hasta adelantado el siglo XVIII, pues Georg Von Welling en su obra “Opus mago-cabalisticum” publicada en 1.719, conceptúa al mundo en cinco regiones, el fuego y el agua que se unen en el aire para crear al chamain o agua de fuego que
es la que se precipita por la madrugada a la tierra en forma de rocío y
que constituye la simiente de todo lo existente vivificada por el fuego central.
Es la plancha núm. 3 del Mutus Liber.
La
recogida del rocío, operación en la que se extienden telas sobre la
hierba para recogerlas de buena mañana, lo que debe realizarse en
primavera, cuando el Sol transita entre el Carnero, Aries o abril, y el
Toro, Tauro o mayo, siendo favorable el aspecto de la Luna para que se
forme entre los dos un campo energético que concentre la energía cósmica
en forma de rocío que desciende al suelo.
La
idea del hombre representando al sol y de la mujer a la luna, símbolos
de la alquimia respecto del mercurio y del azufre, proviene del mundo
islámico en el que, una vez purificados y preparados por la acción del
rocío, se destinan a su conjunción para dar a luz a “lapis” o piedra
filosofal, que los diviniza convirtiéndolos en oro puro y concediéndoles
la inmortalidad.
Se deposita el rocío en seis escudillas para que sea potenciado por las energías cósmicas. Según Canseliet, es esta energía la que establece la diferencia entre la alquimia y la química. Según el conde Marsciano en su obra “De Alchimia” en 1.744, el rocío es materia celestialmente espermática y fecunda, eléctrica y virgen en general.
El
propio Armand Balbault hacía esta operación tal como refleja una
fotografía en la que, aunque defectuosa, se le puede ver recogiendo el
rocío que luego mezclaba con tierra virgen y limpia de fertilizantes,
dejando reposar la mezcla durante tres años hasta que se tornaba negra.
En los años 60 presentó a la televisión francesa una “tintura o elixir”
capaz de curar enfermedades y hasta proporcionó una muestra a diversos
laboratorios para su análisis sin resultado ni éxito algunos, pues no se
observaron efectos reales en ningún momento.
La
mezcla entre el rocío, la tierra, los jugos vegetales y las flores, se
deja madurar sometiéndola a un largo proceso de destilaciones, secados y
triturados que duran años, repitiendo sucesivamente todas las
operaciones, para lo que se requiere mucha paciencia, tenacidad, fe,
ayuda divina e intenso trabajo día y noche practicando el silencio y la
paciente espera para que la vida del propio alquimista se una a la
existencia cósmica que le proveerá de la necesaria energía que le
permitirá la consecución de su gran obra.
Ser alquimista requiere abandonar el mundo para dedicarse por entero a su obra e ingresar en otro mundo.
Es la muerte de la materia o tierra virgen denominada el cuervo que la simboliza y acabará tornándose negra. Corresponde a la fase o régimen de Saturno.
Después
de todo este largo proceso en el que se han realizado repetidas veces
operaciones de destilación, cocción y triturado para volver a destilar,
cocer y triturar y así sucesivamente, se mezcla el polvo resultante con
oro puro para que adquiera sus propiedades medicinales, desapareciendo
por completo el oro como metal. No faltan creencias sobre su aplicación
a todas las enfermedades para sanarlas, en especial a las cardíacas,
renales y sifilíticas.
Parece
imposible su comercialización debido a varios factores que resultan
obvios, como son el precio desorbitado que alcanzaría debido al tiempo
requerido para su obtención y la cantidad de oro puro que haría falta,
así como la imposibilidad de repetir la operación en cualquier lugar,
momento o condiciones, aparte de las exigencias respecto al propio
alquimista invocador de la gracia divina.
Raymond Albellio describe la gran obra como: “la
sagrada mezcla hecha del sol de levante, de rocíos y savias, donde la
más pequeña hoja de hierba es tocada con religioso respeto. Es el mundo
de las fuerzas oscuras del centro de la tierra que se juntan en un
inquietante trabajo de parto, ora aliadas y ora enemigas, de las que los
hombres parece que esperan encontrar algún secreto sacramento. Por fin
llega la milésima mañana y el alma del oro se abre.”
Así
pues, si todo lo expuesto fuese real, se habría cumplido el sueño de
Pitágoras al lograr combinar la exactitud matemática con la inspiración
divina.
La consecución feliz de la gran obra, la opus magnum, implica
la obtención de una sustancia en forma de polvo generalmente grisáceo,
blanquecino o de tonos anaranjados que al mezclarlo con agua o extractos
vegetales, se puede ingerir como terapia de cualquier tipo de
enfermedad
o dolencia produciendo, según afirman, la sanación completa así como la
inmortalidad, pues purifica al cuerpo de la misma manera que lo está el
alma al establecer el contacto entre ambos.
La
creencia respecto de otra aplicación del polvo resultante estriba en
obtener oro metálico y puro en la cantidad deseada, pues permite al alma
del oro tomar cuerpo en forma de metal mediante la intervención del
alquimista y sirviéndose de la forma metálica impura de otro metal,
generalmente el plomo.
De las descripciones con mayor concreción sobre este polvo o piedra filosofal
que podemos encontrar, disponemos de la de Fulcanelli, del que afirma
su discìpulo Canseliet que la obtuvo en 1.922 y dice así: “es un
cuerpo cristalino, diáfano, rojo o amarillo después de pulverizarlo,
denso y muy fusible, penetrante, irreductible, ardiente e incalcinable”.
Algunos
alquimistas y estudiosos de la piedra filosofal, aluden a una tercera
aplicación y es aquella en la que la pureza de la misma es tal que puede
producir cantidades de oro sin límite, tomando en este caso la forma de
un fluido incoagulable con brillo propio al que denominan lámpara perpetua y que se afirma haber encontrado en algunas tumbas antiguas.
Se
cuenta una anécdota sobre el papa León X que recibió el escrito de un
experto en el arte de la alquimia dedicado a su persona, para que
quedase constancia de los hechos y práctica que allí narraba esperando
una generosa gratificación económica, ya que el papa era buen protector
de las artes y de las letras. A los pocos días recibió una bolsa vacía
con un breve escrito en el que el papa le rogaba que llenase a su gusto
la bolsa ya que era experto en las artes de fabricar oro.
La
avaricia que ha creado la creencia de disponer de todo el oro deseable
ha salpicado a gentes de toda clase social, siendo aquellos con mayor
poder quienes demostraban mayores dotes de avaros, pues en Praga y en
tiempos de regencia de los emperadores Maximiliano II y Rodolfo II, se
construyó una verdadera metrópoli que albergaba los laboratorios de los
alquimistas contratados por los regentes, con la finalidad de fabricar
oro y más oro. Sin embargo, no se tiene constancia de la consecución de
la obra áurea y si que constan las grandes deudas en las que
incurrieron ambos emperadores.
Existen
pocos alquimistas considerados como verdaderos y la mayoría de ellos
tienen una virtud que les caracteriza, es su honradez y rectitud, lo
que les hizo desconsiderados ante la fabricación del oro o del elixir y
exigentes al ocuparse de su propia transmutación espiritual subyugando a
este fin su parte material y no la de los demás. Todo ello sin
menoscabo de que consiguiesen o no la piedra filosofal, afirmaciones que
no las han enunciado ellos sino sus seguidores que han intentado
beneficiarse del buen hacer de sus maestros.
Sirva de ejemplo Fulcanelli, de quien no se conoce si consiguió o no la lapis, sino que lo dijo de él su discípulo Canseliet, y que definió la alquimia como “el arte de la química espiritualista que permite entrever a Dios a través de las tinieblas de la materia” o como lo enunció Titus Burckhardt “es el arte de las transformaciones del alma”.
La
saga de charlatanes y embaucadores que han pretendido enriquecerse a
costa de otros y en nombre de la alquimia, son los contribuyentes al
desprestigio y deshonor de lo que ésta tiene de noble y espiritual,
quedando implicados en los fraudes gentes de todas las clases sociales,
pues no han faltado médicos para certificar la milagrosa curación de
alguien al haber ingerido el elixir de turno o el fedatario que ha
acreditado la obtención de oro a partir de un pedazo de plomo.
Nos
encontramos con sorprendentes afirmaciones sobre la fabricación de oro
tales como la del obispo George Berkley, que en su obra “Siris” expresa
su convencimiento de que se consigue su producción ilimitada a partir de la luz, estableciendo el método para ello: “condensando la luz cada vez más hasta que pueda introducirse en los poros del mercurio”.
Todo ello estaba propiciado, quizás, por otras afirmaciones de científicos como Sir Isaac Newton al expresar que toda materia puede convertirse en luz
y viceversa, opinión que hasta la fecha nadie ha podido refutar y que
no es novedosa, puesto que se remonta a los orígenes del gnosticismo
cuando se afirmaba que la luz penetra todos los planos y esta encerrada
en la materia, asimismo Paracelso expresaba que ”la materia esta iluminada por la luz a partir de un punto central que la penetra en toda su extensión”.
Podemos
observar que se trata de ideas concatenadas históricamente y que se
derivan de otras anteriores afirmadas por civilizaciones más antiguas,
con la diferencia tan solo en la expresión, pues actualmente somos
capaces de mayores concreciones que antaño, quizá sea por ello que
utilizamos instrumentos más precisos que nos permiten penetrar en áreas
de conocimientos prohibidos a nuestros antepasados, lo que constituye
una línea evolutiva oscilante, ora pro-idealista ora pro-materialista
pero sin perder la conexión entre ambos extremos, pues cuando el ideal
consigue materializarse se cierra medio círculo para abrirse el otro
medio en el que el materialismo alcanzado pugnará por encontrar su ideal
y cuando lo encuentre se habrá completado un ciclo, en cuya base se
asentarán los cimientos del próximo que, con toda seguridad, será más
incluyente que su antecesor.
Típico laboratorio de alquimia del siglo XVI.
Y
así sucesivamente, queda constituida la espiral evolutiva y que tiene
plena aplicación en la alquimia, pues ha pasado por épocas en las que ha
predominado su parte mística y otras de predominio materialista o
experimental.
La
evolución de la alquimia, como la de cualquier otro aspecto evolutivo
humano, implica necesariamente que, habiendo alcanzado determinado
nivel, sea material o espiritual, siempre es de mayor envergadura que
el anterior.
Dentro
de un nivel material y en lo que respecta a la transmutación perseguida
por el alquimista para obtener oro, debemos considerarla
respetuosamente y evitar la pertinaz actitud de negarla o de afirmarla
taxativamente, pues muy poco sabemos de culturas como la del imperio
egipcio o del maya e incluso del mítico hombre atlante, lo que si parece
claro es que nuestros científicos dudan de que los antiguos alquimistas
consiguiesen su fin con los hornos de fuego o atanores, sin embargo es
necesario considerar experimentos actuales en los que se manifiesta la
posibilidad de la transmutación material, tal como el que en marzo de
1.990, el científico inglés Martin Fleischmann de la Universidad de
Suothampton, y su homólogo americano en la de Utah, Stanley Pons,
consiguieron fundir átomos de deuterio mediante la electrólisis de agua
pesada utilizando un cátodo de platino y un ánodo de paladio, realizando
esta fusión a temperatura ambiente, pues
hasta entonces se había afirmado que hacen falta enormes cantidades de
energía o calor para la desintegración atómica. Sin embargo, a pesar de
estos informes sobre las transmutaciones efectuadas por algunos
científicos, ninguna de ellas se ha podido reproducir plenamente y en
condiciones garantes.
Hoy
en día sabemos que el isótopo 189 del mercurio tiene afinidad por
atraer electrones y puede llegar a convertirse en oro desintegrándose,
propiedad que aprovechó Anderson en 1.941 para someter al mercurio a un
bombardeo de protones, obteniendo como resultado oro, pero oro
radiactivo que tiende a desintegrarse por inestable y no puede ser
aprovechado como tal. Asimismo, un transuránido del plomo, el ekaplomo,
posee la propiedad de proporcionar mediante esta transmutación
artificial, un isótopo estable del oro que ya no es radiactivo y, por lo
tanto, pudiera ser aprovechado.
Pueden
diferenciarse tres épocas respecto de la relación entre la filosofía,
la alquimia y la química que han dejado su impronta en la humanidad:
-hasta el siglo II se desarrollan a la par filosofía y alquimia.
-hasta el siglo XVII predomina la alquimia experimental.
-actualmente predomina la química.
Parece
lógico pensar en que el futuro inmediato necesitará de un sistema
filosófico que regenere la alquimia en otro estado de mayor evolución
que el anterior, lo que provocaría el descubrimiento de nuevos elementos
y de una nueva química, y esta lógica puede encontrarse en el
conocimiento del átomo basado en la relación existente entre la energía
que mantiene el orbital de electrones y el núcleo de protones, así como
el papel que desempeñan los neutrones, corpúsculos capaces de generar
tanto a protones como a electrones, y quizá ese estado nuevo permita
establecer contactos con aquella “gracia divina”, dioses o ángeles cuyos
testimonios los encontramos por doquiera investiguemos.
Son
múltiples los testimonios sobre fantásticas relaciones de hombres con
otros seres, y parece que más frecuentes al considerar épocas
anteriores, pues relatos como los de De Mirville en su obra “Los espíritus” hablan
de las razones de la existencia de las enormes y colosales ruinas que
cruzan América de norte a sur a través de Las Montañas Rocosas y de los
hallazgos de huesos gigantescos con la misma forma que los del esqueleto
humano actual pero 3 o 4 veces mayores, ¿corresponden a seres que han
vivido aquí y de unos de 5 metros de altura o más?, huesos encontrados
en los alrededores de Munte y en Caledonia mencionados por T. A. Wise
en su obra “Historia del paganismo en Caledonia”, así como las estatuas
de la isla de Pascua o Rapa-nui y las destruidas y colosales estatuas de
Bamián, ciudad del Asia Central entre Cabul y Balkh, arrasada ya por
Gengis Kan en el siglo III.
Testimonios como los Gibborim o gigantes tanto anteriores como posteriores al diluvio bíblico o los Anakim de
Josué, entre otros muchos, son relatos que dejan abierta la posibilidad
de que hayan existido en la tierra que ahora pisamos seres de gran
envergadura física, así como relaciones con otros seres suprafísicos que
se han perdido en nuestra actualidad, tales como las leyendas sobre las piedras parlantes u oráculos. Sirvan como ejemplos de ello, la mención contenida en el Libro Corinto, I-X-4º, respecto de la piedra espiritual
que seguía a Israel allá donde fuere para guiarle en su errante caminar
o la del poema de Orfeo sobre “las piedras” a las que divide en ophites o piedra serpiente y siderites o piedra estrella, piedras con el don del habla mediante las que Heleno pudo predecir la destrucción de su patria, Troya.
Es
la “montaña de los adeptos” con sus cuatro elementos, la rueda de los
signos del Zodíaco, y en la escalera se encuentran señaladas las
operaciones de la alquimia: calcinación, sublimación, solución, putrefacción, destilación, coagulación y trituración.
Si
los intereses religiosos y políticos no hubiesen destruido todas las
manifestaciones a su alcance respecto de las relaciones proféticas y
mágicas que nuestros antepasados mantenían, según se relata, la ciencia
podría saber mucho más acerca de las mismas, así como respecto de la
alquimia y de todos sus intrigantes aspectos, pues el llamado “efecto Venturi”
que permite elevarse a un avión mediante el chorro de aire sobre sus
alas produciendo una disminución de su campo gravitatorio, lo que hace
que se eleve desplazándose en el aire, pudiera ser conocido y dominado
desde muy antiguo, solo que con “instrumentos” distintos a los que
nosotros empleamos, pudiendo ser esos “instrumentos” los dioses o seres
suprafísicos que actuarían como intermediarios entre el hombre y el
objeto sobre el que se pretende determinado efecto.
Cabe
la posibilidad de que nuestras anteriores civilizaciones dispusieran de
máquinas que produjesen efectos similares o de contactos con seres que
propiciasen cambios en los campos gravitatorio o magnético para producir
efectos sorprendentes hoy en día para nosotros, efectos que podrían
abarcar la transmutación de una materia en otra, fin último de la
alquimia.
6.-La transmutación en alquimia y la radiactividad.
La
transmutación constituye un acto repetitivo y que es reversible,
mientras que la metamorfosis ocurre una sola vez y no es reversible.
Entendida en el plano físico, la transmutación puede desembocar en la
licantropía o el vampirismo mediante relatos como el de la novela de
Bram Stoker “Drácula” influido por ideas de la sociedad Golden Dawn, la de R. L. Stevenson respecto del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde o la de Fritz Lang “El testamento del Dr. Mabuse”.
La
alquimia persigue la transmutación y no la metamorfosis, pero no
circunscrita al plano físico, sino propiciada por una causa originada en
planos cada vez más sutiles por lo tanto más espirituales, y si esto es
así, la materia resultante será más perfecta que la anterior ya que su
causa es cada vez más espiritual.
A través de la repetición sine fine
de todo el proceso, se llegaría a una causa “origen” que estaría
situada en un plano no material, es decir en un plano divino, por lo que
la materia correspondiente sería la de mayor perfección, sin impurezas
ni pecado, y para todo el proceso se precisa el fuego que consuma las
materias impuras, de esta manera podría contemplarse la posibilidad de
relaciones entre los seres humanos y otros seres que pudieran pertenecer
a otros reinos, tal como sugieren las leyendas y testimonios de las
piedras parlantes o los gigantes y cíclopes Gibborim o Anakim, relaciones
que de haberse producido hubieran podido desembocar en una
transmutación de la materia de muy difícil comprensión en la actualidad,
debido a la ausencia de aquellas relaciones.
La transmutación como hecho natural y sin que intervenga la voluntad humana sino otra “voluntad”
ajena al hombre, efectivamente se ha probado, tal como quedó demostrado
en el tratado “Transmutaciones biológicas” de Louis C. Kervran en el
que describe, entre otros, el experimento llevado a cabo por un grupo
de biólogos que sometieron a las gallinas de una granja a una
alimentación totalmente exenta de calcio y añadiendo al pienso que les
suministraban determinadas dosis de mica (silicato alumínico potásico),
de manera que fueron creciendo con normalidad hasta que comenzaron a
poner huevos, y que estos huevos tenían el mismo calcio en su cáscara
que los de las otras gallinas, además, se asombraron cuando observaron
que sus huesos no se encontraban descalcificados en absoluto.
Es
decir, que el organismo de estas gallinas desarrolló espontáneamente un
método “alquímico” de transmutación para que el átomo de la mica que
ingerían, con 19 protones en su núcleo, capturase un protón de otro
átomo para tener 20, que es justo el átomo del calcio y de esta manera,
ni sus huesos ni sus huevos tenían deficiencias.
Puede
pensarse que si hasta el siglo II la alquimia se desarrolla junto a la
filosofía, es porque se ha perdido gran parte de estas facultades
extrasensoriales y las relaciones con seres cuyo resultado se considera
hoy en día como mágico, buscándolas a través de la filosofía como método
para encontrar y explicar sus causas, ya que puede suponerse que la
voluntad humana se relaciona con otra voluntad, y que esta relación pudo
ser más consciente en el pasado que en el momento actual y que, cuando
vuelva a serlo, ambas voluntades habrán evolucionado para efectuar la
correspondiente transmutación alquímica en un estado material de mayor
sutilidad, es decir, más espiritual.
El laboratorio de un alquimista.
Este
vasto sistema filosófico intentó anularse con métodos convencionales e
infrahumanos como la inquisición o el exterminio de cátaros y valdenses
en el siglo XIII, para que se extinguiese la capacidad imaginativa en
deducir las causas de las cosas y evitar el desarrollo de la
inteligencia.
Paracelso
hace una comparación entre la inteligencia y un imán, pues mediante el
imán se atraen las cosas materiales para transmutarlas en el interior
del cuerpo racional y devolverlas más bellas, lo que es una actitud
inteligente. Y esta es precisamente la finalidad suprema de la
alquimia: transmutar a mayor belleza.
Al tratar de la transmutación, se hace necesaria una reseña a la radiactividad,
pues se define esta como la energía que desprende la materia al pasar
de uno a otro estado, y eso es precisamente lo que pretende la alquimia,
pasar de un estado impuro de “plomo” a otro puro de “oro”.
Cuando
la materia se define en un determinado estado, como puede serlo el
plomo, subyace una energía que cohesiona las partículas elementales para
que se mantengan unidas formando sus correspondientes átomos, y el
conjunto de estos átomos así cohesionados forma el plomo del ejemplo, de
manera que si la forma fuese el oro, haría falta una energía distinta a
la anterior para que aquellas partículas elementales se cohesionen de
manera diferente para formar ese oro.
Pues bien, de ahí la primera operación de la alquimia, la “solve”, es decir, disolver,
disgregar y separar en “unidades elementales”, de manera que al hacerlo
quedará liberada aquella energía cohesionadora. Al liberarse dicha
energía se produce el fenómeno que llamamos radiactividad.
Parece
lógico que en todo proceso de transmutación se libere energía como
resultado de la primera operación alquímica y que consiste en la
disgregación de la forma.
Pero he aquí el primer error del procedimiento alquímico basado en el fuego, ya que el
fuego destruye y no disgrega, mientras que la energía que cohesiona a
la materia disgrega en unidades elementales sin destruirlas para que
puedan ser integradas de nuevo, formando nueva materia de mayor pureza
que la anterior, y en este sentido deberá desarrollarse la alquimia del
futuro, basándose en la disgregación y no en la destrucción.
7.-Transmutación social: La Sociedad de la Niebla
La
verdadera alquimia no pretende la transmutación individual sino hacerla
extensiva a toda la humanidad, y en este sentido se han detectado
sociedades encargadas de sondear en un sector de la población la
reacción que supondría la ejecución de un determinado acto, que en
principio es simulado y resultará aplicado en la realidad si el sondeo
es favorable a determinados intereses. De la misma manera, se han
pretendido y se pretenden cambios sociales encaminados hacia
determinados ideales o como reacción en contra de las circunstancias
actuales. Todo ello es transmutación, ya que se pretende cambiar las
mentes y la ideología de millones de personas para que se produzca un
cambio social en determinado sentido.
Annie
Besant fue notable como activista política para que la India se
emancipase del Imperio Británico y antes de aceptar el cargo de
presidenta de la Sociedad Teosófica, influyendo profundamente en seres
que como Gandhi han dejado una cuña de valores espirituales inmersa en
un clima de odio y de materialismo, lo que provoca destrucción o deseo
de destruir, retrasando la conquista de aquella energía cohesionadora.
Dentro
de estas iniciativas, colectivos como la Sociedad Teosófica o la Golden
Dawn, surgieron en el siglo XIX como resultado de los grupos de
pensadores, místicos y políticos que se encontraban desencantados ante
dos siglos de racionalismo, época descrita por el poeta irlandés William
Butler Yeats como:
“la rebelión del alma contra el intelecto”
Pues
tanto Escocia como Irlanda, fueron alentadas por personajes como Yeats
para llevar a cabo sus aspiraciones independentistas y tratando de
encontrar en sus raíces celtas todo aquello que justificase sus motivos
para emanciparse.
En
Gran Bretaña, la Golden Dawn influenciaba a autores de novelas como el
mencionado Bram Stoker o Bernard Shaw, mientras que en Francia se
producía una potente corriente dentro de la que se encuentran personajes
como Alejandro Dumas, George Sand, Delacroix, Poussin, Gerard de
Nerval o el mismo Jules Verne, y esta corriente se trata de la Sociedad de la Niebla.
Esta
sociedad se fundó en el siglo XVI por un impresor afincado en Lyon y
llamado Griphe para la que eligió el nombre de “Néphès”, una antigua
sociedad griega cuyo nombre significa “niebla” y constituye el símbolo
sobre el que se representa la acción de Dios en el mundo, tal como se
contiene en el libro Eclesiastés, 24-4:
“Yo levanté mi tienda en las alturas y mi trono era una columna de nube”.
Y
esta acción de Dios en el mundo la pretenden realizar a través de
iniciativas como las de estas sociedades provocando cambios sociales
desde las mentes de los hombres.
La
Sociedad de la Niebla toma su ideología de la francmasonería y, al
menos en sus principios, pretende el conocimiento de Dios a través de la
naturaleza y de sus leyes reproduciendo la filosofía natural
aristotélica, ideología compartida asimismo por los gnósticos y
rosacruces, resultando que la mayor inspiración de la Sociedad de la
Niebla la encuentra en Los Iluminados de Baviera, sociedad creada por Adam Weishaupt en el siglo XVIII y que, según George Sand, reclutaba a todos los instigadores que:
“dirigen
todas las cosas, deciden la guerra o la paz, castigan a quienes
consideran perversos y hacen temblar a los reyes en sus tronos”
Curiosamente,
los Iluminados de Baviera defienden los ideales de Libertad, Igualdad y
Fraternidad, habiendo influido decisivamente en el advenimiento de la
Revolución francesa en 1.789.
La
Sociedad de la Niebla rehabilitó un texto medieval atribuido a un monje
dominico en Italia, Francesco Colonna, siendo el nombre del libro “El
sueño de Polifilo”, con contenidos que han influido a Miguel de
Cervantes, Dante y Goethe, y han inspirado jardines como los de
Versailles en Francia, los de Bomarzo en Italia o los de Aranjuez en
España, todos ellos llenos de símbolos descritos en El sueño de
Polifilo.
Alejandro
Dumas, padre, publicó en 1.839 su novela “El Capitán Panfilo”, símbolo
de Polifilo, pues “Pan” significa todo o “poli” y la terminación “filo”
coincide con el original, además conocidas son sus aficiones sobre
temas esotéricos y las amistades con personajes que han tratado estos
temas como Papus o Eliphas Levi, siendo él quien presentó a Julio Verne,
entonces un joven, al editor Pierre Jules Hetzel. Dumas fue notable
como masón y libertario apoyando proyectos unificadores como el de
Garibaldi en Italia, en cambio su amigo Hetzel se dejó notar como
activista político, aunque ambos han colaborado estrechamente en los
mismos proyectos.
Dumas
y Hetzel son decisivos en la Sociedad de la Niebla, pues mientras Dumas
buscaba y captaba nuevos valores literarios a través de los cuales se
podría propagar la ideología de la Niebla, Hetzel les editaba sus
obras, se las distribuía y promocionaba como nadie.
Uno
de los personajes de Verne en su novela “La vuelta al mundo en 80
dias”, Philéas Fogg, esconde un nuevo Polifilo en su trama, pues
etimológicamente puede descomponerse en “eas” que en griego significa
todo y es el equivalente de Poli, y Fogg en inglés significa niebla.
Pero hay más, ya que Philéas Fogg pertenece al selecto club llamado “Reform Club”,
otra vez queda patente el deseo de reformar o transmutar, cuyas
iniciales coinciden con las de la sociedad Rosa-Cruz además de dotarle
de una de las características de la alquimia: la inmortalidad, pues lo
describe como “un byron impasible que parece haber vivido miles de años sin envejecer”.
La
Sociedad de la Niebla estableció una especie de complot para que se
transformase el cristianismo mediante los rituales inspirados en los
misterios de la sangre y que estaba financiado por la casa de los
Habsburgo, pretendiendo secretamente realizar los ideales anárquicos de
la Niebla mediante una profunda transformación social en todos los
ámbitos: desacreditar a todas las casas reales europeas para establecer
una única dinastía reinante e institucionalizar la figura de un Gran
Monarca en Europa, objetivo perseguido asimismo por otros grupos como el
Priorato de Sión.
Aquí tenemos el Gran Priorato de España, cuyo objetivo es cambiar el mundo a partir de la educación.
8.-El fuego y las fuerzas espirituales
Tomás de Aquino en su obra “Sentenciarios”, 7
– 3 art. 1, considera imposible que la transmutación en la alquimia se
produzca con la acción del fuego físico pero deja abierta la posibilidad
de que se realice mediante el “fuego del
sol” lo que lleva a dos interpretaciones, una para considerar que el
calor del fuego físico no es lo suficientemente penetrante u oxidante
como para separar los elementos que intervengan en el proceso y la otra
que el fuego del sol o luz solar produce radiación, y que la radiación
es penetrante en la materia pudiendo efectuar aquella separación como
fase previa a la transmutación.
Hemos
visto que la alquimia clásica precisa del fuego como el pretendido
elemento provocador de toda transmutación. Fulcanelli critica a la
química acusándola de que no comprende la verdadera causa de la
transmutación: el fuego. Lo considera como “principio espiritual, voluntad superior y dinamismo dentro de todas las cosas”, y no limitándolo a un simple proceso de oxidación, tal como afirma la química.
Pretende
que el fuego energetice a la materia infundiéndole un movimiento que no
poseía y que precisa abandonar la estructura anterior, siendo quemada,
para regenerarse y lograr otra estructura más pura.
En
el intento de fundir a altas temperaturas los elementos integrantes de
la gran obra, se construyeron hornos de distintos formatos y existen
dibujos de la época en los que se representa la explosión del horno que
no soportaba tanto calor.
Científicamente
está constatado que el movimiento de elementos dentro de las
estructuras atómicas está motivado por un elemento energético que les
suministra poder o energía, como puede ser el fuego
o la intención del observador, lo que hace necesario admitir que las
formas materiales pueden estar condicionadas y propiciadas por la
subjetividad humana, y quizá en anteriores épocas ha sido más fácil
manifestarlas objetivamente debido a la realidad de una relación entre
el ser humano objetivo y otro ser de carácter subjetivo, el ángel, cuyo
resultado son las formas materiales, tanto las objetivas como las
subjetivas.
Es
lógico deducir que nuestro universo tiende a ser cada vez más
subjetivo, ya que la capacidad de relación entre el ser humano y el
angélico se produce en niveles más energéticos para cada ciclo evolutivo
lo que precisa de materia con mayor sutilidad, es decir más
espiritual, hecho que ya reconocía Aristóteles cuando afirmaba que la
tendencia de nuestro mundo físico es a desaparecer mientras que tiende a
manifestarse el otro mundo espiritual o subjetivo.
Platón
nos ofrece en este sentido, una alquimia que relaciona el intelecto
divino de las regiones espirituales con el de las regiones materiales a
través de los planetas, regentados por seres que permiten la
comunicación entre lo espiritual y lo material y, debido a las distintas
condiciones objetivas de cada planeta, estos seres establecen
relaciones con todos ellos sin causar perjuicios ni resultar
perjudicados, son las llamadas “fuerzas espirituales” y que si el hombre
adquiere la capacidad de actuar entre las regiones materiales y las
espirituales tiene el poder de transmutar la materia haciéndola más
espiritual o más material.
En
este orden de cosas, los seguidores paracelsianos son más peligrosos
que los galenos debido a que se dejan influenciar por sus creencias y
por los astros, utilizando los metales representativos de cada planeta
para su ingestión e inspirándose en magias y leyendas populares.
Es
una pintura de Joseph Wright en el museo de Derby, Inglaterra,
representando el momento en el que Henning Brand de Hamburgo, en 1669
descubrió el fósforo sin proponérselo cuando calcinaba orina humana
previamente desecada y mezclada con arena para destilar los gases
resultantes esperando obtener la piedra filosofal, por lo que se
denominó a todas las sustancias con propiedades luminosas y durante un
tiempo el fósforo de Brand.
La obra tiene como grabado estas palabras: “Omne decus nisus in arena”, es decir “todo decoro tiene como fundamento a la arena”.
El
nombre de fósforo lo aplicó un alquimista de Sajonia cuyo nombre es
Balduin y le atribuía la cualidad de atraer la luz del sol, pretendiendo
su utilización para obtener el “spiritus mundi”.
Paracelso, en su obra Tria Prima, se refiere a tres sustancias en las que se basa toda la alquimia, el mercurio como espíritu, el azufre como alma y la sal como cuerpo físico y que estas tres sustancias son aplicadas por unas “fuerzas espirituales de las que se sirven los artífices o maestros de obra invisibles para crear en la naturaleza las condiciones materiales y pasajeras de las cosas.
El fenómeno sociológico conocido como palingenesia
o renacimiento, supuso que en el medioevo se consideró que si un cuerpo
pierde su condición de material, su esencia permanece en la luz y puede
manifestarse otra vez en la materia cuando lo desee. La alquimia,
pues, persigue una finalidad palingenésica repitiendo las mismas
operaciones hasta obtener la esencia o alma de las cosas que permanecen
en la luz y volver a manifestarlas de acuerdo a la intención o interés
del alquimista.
La
historia que conocemos no nos dice toda la verdad, permaneciendo oculta
a la opinión pública una parte de la verdad, así pues, una parte de esa
verdad es el intento fallido de obtener oro y un remedio curativo
universal, objetivos impulsados por un ánimo lucrativo y de adquirir
alta consideración social, pero la otra parte de la verdad pudiera
estar oculta debido a que no persigue su lucro ni la fama social así
como que reivindica que su oro no es el oro mineral ni el elixir que
cura las enfermedades, sino esa perfección material que es el fiel
reflejo de la pureza espiritual, por lo que podría resultar limitado
negar que todos los alquimistas antiguos obtuviesen el oro y un remedio
curativo, aunque si podemos afirmar que no disponían del mismo equipo
que creemos imprescindible hoy en día, pues la ciencia actual logra la
transmutación mediante la aplicación de medios tecnológicos físicos y
objetivos que, aparentemente, nada tienen de subjetivos debido a que se
ha perdido en gran medida la relación consciente del hombre con los
seres que habitan en regiones espirituales.
Lesing asegura que “la búsqueda de la verdad es más preciosa que su posesión”.
Sirva
como ejemplo el experimento que se realiza en un acelerador lineal en
el que se logra la fusión del núcleo de un átomo de cinc cuyo número
atómico es 50 y otro de cobre con número atómico 29, sometiéndolos a una
velocidad equivalente a la décima parte de la que se mueve la luz
visible, dando como resultado el átomo de oro con sus 79 protones,
obtenidos por la suma de los 50 protones del cinc y de los 29 del
cobre. Este proceso está muy lejos de ser rentable debido a la enorme
energía que hace falta comparada con la insignificante cantidad de oro
que se obtendría.
Los
griegos pasaron mucho tiempo intentando obtener oro mediante la
fundición del azufre con el mercurio, prescindiendo de la piedra
filosofal como catalizador, ya que no lograban obtenerla por más que lo
intentaron.
El
empecinamiento por la obtención de oro, provocó que Basilio Valentín en
1.609 narrase un diálogo entre dos personajes, Alberto y Espíritu, en
el que Alberto le pide a Espíritu que le revele el secreto de la
alquimia para encontrar el oro más fino del mundo, a lo que le contesta
Espíritu:
“Todos
los hombres lo tienen ante sus ojos y no lo conocen, con tan solo dos
onzas puedes comprar la corona del mayor monarca del mundo y quedarte
con la vuelta”.
Resulta
curioso observar que el antiguo alquimista consideraba siete
elementos: oro, plata, cobre, hierro, estaño, plomo y mercurio, y entre
todos ellos escogieron los dos últimos, el plomo y el mercurio, cuyos
números atómicos son semejantes al del oro, pues el plomo tiene el 82,
el mercurio el 80 y el oro el 79.
Conclusión:
si al átomo de plomo se le restan 3 electrones y al del mercurio 1, el
resultado es oro puro, además, G. Range en su obra “La piedra filosofal”,
efectúa un cálculo sobre la cantidad de energía necesaria para que el
plomo trasmute a oro así como la que se desprendería en el proceso,
concluyendo que ambas reacciones pueden ser simultáneas y compensarse la
una con la otra.
Si
en teoría es posible que la energía absorbida se compense por la
emitida en el proceso de transmutación del plomo al oro, … ¿sabrían
esto aquellos alquimistas que de alguna manera pudieron controlar estas
energías?, o ¿quizás ejercían este control por el poder de invocar a las fuerzas espirituales o maestros de obra invisibles?.
Mientras
la “aparición” de un electrón cuando se ha aislado un protón en el
laboratorio continúe siendo un hecho aleatorio, debido al azar y sin
posibilidad de control por parte del científico, es que en la formación
de un átomo interviene otra voluntad que no es la humana, por lo que
mientras no sepamos más sobre la realidad de la alquimia, resulta
ignorante el afirmar o negar con rotundidad alguno de sus extremos, ya
que solo conocemos una parte de toda la verdad.
Todos
estos conocimientos sobre los elementos de la naturaleza podemos decir
que son recientes, y que no hace mucho tiempo se argumentaban respuestas
que hoy en día las consideraríamos absurdas, por ejemplo:
--En 1.661 Robert Boyle continuaba creyendo que el oro no era un elemento, sino que se formaba por la combinación de otros metales.
--Por la misma época, Isaac Newton compartía las ideas de Boyle, dándole mayor credibilidad.
--Lavoisier
descompuso el aire en oxígeno y nitrógeno, toda una novedad porque se
consideraba que el aire era un elemento irreductible.
9.-Curiosas manifestaciones de simbología alquímica: Caperucita y Blancanieves.
En
los cuentos de Caperucita y Blancanieves se dan circunstancias comunes
que sirven de base para que algunos investigadores ofrezcan una
interpretación respecto de la alquimia, como el sueño en el que caen
ambas, una por la manzana envenenada y la otra por pincharse,
representando a la fase en la que materia ha de liberarse de sus
impurezas y quedar en espera de que el príncipe, caballero o “cabalista” acceda al palacio de la sabiduría a través de un espeso e intrincado bosque de creencias y leyendas.
El
príncipe es el símbolo del azufre y la protagonista, Blancanieves o
Caperucita, simboliza al mercurio que ha de permanecer encerrado en la
urna o redoma hasta que se encuentre con el azufre para combinarse
habiéndose purificado ambos, una en la redoma adquiere la necesaria
pureza material y el otro a través del bosque se espiritualiza con la
lucha y la experiencia, para que al llegar el momento de la unión o
coito, en el casamiento, nazca el oro filosofal y culmine la obra.
El
deseo de la Reina es tener una hija de negros cabellos, piel blanca y
rojos labios, precisamente los tres colores básicos de la obra, el
negro, el blanco y el rojo, colores que pueden observarse en muchas
catedrales, como en el piso de la de Segovia.
El
hada mala simboliza la ignorancia, de ahí que se contrapone al
conocimiento o gnosis, conocimiento que en el siglo XVII establece dos
marcadas diferencias, por una parte el teosófico como el Rosacruz y por
otra el de laboratorio o experimental como el de Andreas Libavius.
Ambos movimientos pretenden adjudicarse la figura de Paracelso ya que
había sido capaz de reunir en una misma filosofía al misticismo y a las
leyes de la naturaleza.
En
ambos cuentos se esconde a la princesa detrás de la humildad, la
pobreza y el trabajo, que se convertirá en nobleza, admiración y será
servida, ideas gnósticas que enraízan en Boheme y Paracelso ofreciendo
la imagen de una materia embrutecida de la que surgirá la naturaleza
divina, el oro filosofal.
Se
produce el hecho de que cuando el príncipe rescata a la princesa todo
renace y reverdece, es primavera y aparece la vida y la luz, es el
momento en el que se recoge el rocío y comienza el trabajo de la
alquimia.
Otro tipo
de cuentos han pretendido narrar alegorías sobre la alquimia de
diversas maneras, unos lo han hecho para dejar constancia de que el
mundo árabe y las órdenes mendicantes han contribuido decisivamente en
las traducciones al latín como el de Ramón Llull, el “Llibre sisé” del
“LLibre de meravelles” y en otros se intenta reflejar la práctica del
fraude bajo la misma trama: un falso alquimista intenta engañar a
alguien crédulo y con avaricia además de ignorante y resulta curioso
observar la gran cantidad de adjetivos calificativos que se emplean para
la labor y la persona del timador que no respeta edad ni condición,
tanto utiliza sus trucos en vasallos como en reyes e incluso con el
clero, apareciendo personajes como el sacerdote siendo la víctima y el
canónigo el timador.
En todos los cuentos se hace saber al lector aquello que no conoce la víctima y es el truco que se utiliza para hacer creer que lo que se obtiene es oro.
En
el cuento de Llull, el timador escapa con todo el oro que el rey había
logrado reunir, en otros cuentos se narra la gran cantidad de dinero a
pagar para comprar el producto imprescindible que permite la fabricación
del oro y en otros el timador convence a su víctima para que compre la
fórmula o receta que le permitirá fabricar todo el oro que quiera.
En
estas narraciones se mantiene la atención del lector haciéndole
partícipe de los preparativos del timo y que no conoce la víctima, hasta
los criados del señor participan en el engaño a cambio de una
recompensa, siendo muy común el hecho de pedir monedas de oro para
limarlas un poco y obtener polvo, devolviéndolas a continuación a sus
dueños, se mezcla el polvo con el carbón y cuando se funde aparece un
baño dorado que le permite al bribón de turno argumentar que todo
aquello es oro macizo obtenido de la nada.
Las
catedrales góticas y más concretamente las del período flamígero,
simbolizan los procesos de la alquimia en su construcción, formas,
relieves y esculturas, pues, según Fulcanelli, los doce bajorrelieves de
la de Notre Dame en París son el mejor conjunto alquímico y Víctor Hugo
afirma que constituye un verdadero libro mudo de alquimia tallado en
piedra.
La
simbología de la alquimia se encuentra también en los grabados de las
cartas de naipes, en edificaciones románicas, en las esculturas del
Parque del Retiro en Madrid, en el libro Génesis de Moisés, en la
celebración de la misa cristiana, en el juego de la Oca, ya que la oca
es el ave de Hermes, juego por el que se van pasando sucesivamente las
fases de la alquimia y en otras muchas manifestaciones.
Alberto Durero tiene varios grabados en los que su personaje, Melancolía, representa a la alquimia, pues viene del griego melagcolia, melag-gaios significa tierra negra, y en árabe, tierra negra es al-kimiya, estando representada por Durero con un compás y una escuadra, símbolos del laborioso hacer del alquimista y del masón.
Asimismo, en lengua celtí “Arturo” significa piedra y el Rey Arturo es el símbolo de la lapis o piedra filosofal.
En
las celebraciones cristianas también se ha introducido simbología
alquímica aunque la hayan perseguido hasta la muerte, pues se encuentra
repartida en actos como en la Pascua, Navidad o el miércoles de ceniza,
miércoles es mercurio, día en el que el sacerdote esparce la ceniza de
la palmera o foinix en griego, palabra que también significa el
color púrpura, así como el ave Fénix que renace de sus propias cenizas,
es el espíritu de la luz que surge a través de las tinieblas
materiales.
10.-Variantes de la alquimia: espagiria, yatroquímica y arquimia.
Tanto
en Egipto, como en los países asiáticos o en el Islam y más tarde en
Europa, la alquimia utiliza minerales, vegetales y materias orgánicas
para la consecución de sus objetivos, lo que propicia la elaboración de
brebajes, esencias, bálsamos, tintes y técnicas de manipulación de
elementos minerales o vegetales.
Las
prácticas que utilizan elementos vegetales se han ido especializando,
así como las que lo hacen con los minerales, marcándose cada vez con
mayor carácter una y otra, así surgen la espagiria como especialidad que
utiliza los vegetales y la yatroquímica los minerales, utilizando
métodos como la cocción hasta calcinar, maceración, destilación, mezclas
y combinaciones, triturados y fermentaciones.
Hay
autores que opinan que la diferencia básica entre espagiria,
yatroquímica y alquimia reside en el objetivo, mientras que las dos
primeras pretenden la sanación, la alquimia pretende la transmutación.
La
arquimia viene a ser una variante fonética de la alquimia, según
Fulcanelli, y no constituye en sí misma un conjunto diferenciado de
métodos aunque sí que pudiera diferenciarse respecto de un elemento que
caracteriza a la alquimia: el fuego.
Según Giovanni Agostino Pantheo, sacerdote en Venecia en el siglo XVI y según consta en la segunda publicación de su obra “Ars transmutationis metallicae”, el nombre de alquimia se debe a su autor, Alchemo, y constituye un fraude porque fabrica oro y plata falsos, mientras que la arquimia proviene del griego arché o principio y mía
o uno, constituyendo el “principio de la unidad universal” que incluye
a todos los eruditos y sabios preocupados por la ciencia y capaces de
fabricar oro y plata en cantidades infinitas así como elixires que
propician la inmortalidad, considerándola como “noble ciencia” aunque
revela su escepticismo cuando afirma :”las promesas de la arquimia son mayores que sus realizaciones”.
Los
métodos espagíricos se han utilizado con mayor constancia que los
yatroquímicos y fueron la base para la medicina de Galeno mientras que
la utilización de los minerales ha tenido históricamente altibajos, pues
en China se utilizaban entre otros, el arsénico y el mercurio como
medicinas, según consta en el tratado de Ko Hung del año 283, y debido a
la cantidad de muertes que provocaron acabó casi desapareciendo.
Cuando la alquimia penetró en Europa se produjo un resurgir de la yatroquímica, tal como lo demuestra la publicación del libro Alchemia en
el siglo XVI, como recetario de remedios basados en la utilización del
reino mineral y que se considera como el primer libro de la química
actual.
En
el siglo XV vivió un monje benedictino, Basilio Valentín, en San Pedro
de Erfurt (Silesia) cuya labor en su convento era la de cuidar de los
cerdos, y observó que aquellos que comían de cuencos fabricados con
antimonio engordaban más que los otros, detalle que comunicó a sus
superiores y comenzaron a servir las comidas de los monjes en
recipientes con antimonio. Al poco tiempo todos enfermaron y algunos
murieron.
La leyenda cuenta que a partir de este momento se le llamó antimoine al antimonio, pero moine es monje en francés y Basilio era alemán y escribía en alemán, y en esta lengua monje es Mönch, luego parece que no tenga lógica tal pretendida correspondencia con el habla francesa.
Johann
Grasshoff cita a Basilio Valentín como el seudónimo de un autor
seguidor de Paracelso entre finales del siglo XVI y principios del XVII y
al que se le atribuye el libro “Las doce llaves” en el que
expone las ventajas del uso del antimonio en humanos aunque previene de
su uso, así como el médico espagirista Suchten.
En
las minas se trabaja normalmente a varios metros de profundidad, allí
el aire se empobrece en oxígeno y se mezcla con gases procedentes de los
minerales, gases que existen en mayor cantidad por el calor, la humedad
y la falta de ventilación por lo que los mineros padecían enfermedades
pulmonares entre otras y vivían en la creencia de que eran un castigo
impuesto por los espíritus de las montañas.
Fue en 1.530 cuando Paracelso describió la silicosis
como resultado de haber inhalado durante largos períodos los vapores
del interior de las minas y no como una maldición de los espíritus.
Gracias a la yatroquímica, los egipcios trabajaban con el mortero de cal 5.000 años adC y con el vidrio 1.500 años adC.
En
el siglo XVII se prohibió el uso del antimonio y de las prácticas
yatroquímicas mediante un edicto publicado por la Facultad de Ciencias
de París pero sucedió un hecho que cambió esta decisión, pues el rey
Luís XIV estaba enfermo de tifus y curó mientras residía en Calais
ingiriendo un compuesto del antimonio, por lo que se anuló el anterior
edicto y se restableció su uso.
En
el año 1.805, Francisco Carbonell y Bravo, médico catalán, intentó
demostrar los peligros de la yatroquímica al ser utilizada en los seres
humanos, por lo que la Inquisición tomó estas afirmaciones como
fundamento para perseguir y eliminar a los yatroquímicos que no
renunciasen a sus prácticas cambiándolas por remedios galénicos o
espagíricos.
Hoy
en día la yatroquímica tiene importantes aplicaciones, pues gracias a
las sales del litio pueden tratarse enfermedades en psiquiatría como las
afecciones maníaco-depresivas por sus efectos como antidepresivo, el
bario en su forma de sulfato se utiliza en las tomografías
computarizadas para la región abdominal, diversos compuestos del yodo
sirven como contrastes en las gammagrafías renales, la crisoterapia es
la aplicación del oro en medicina y algunos elementos que son muy
similares al oro llamados tiolatos se emplean como antiinflamatorios y
desde los tiempos de Hipócrates se utiliza la plata por su efecto
germicida así como en aplicaciones superficiales para cauterizar heridas
o practicar la moxibustión.
Vemos
pues que la utilización de minerales y metales se continúa practicando
en nuestros días, la diferencia respecto de nuestros antepasados es que
aquellos no disponían de los medios técnicos actuales y se basaban en
suposiciones fundadas en falsas premisas, la mayoría de las veces
arraigando como supersticiones, pero gracias a sus errores disponemos
hoy de unos aciertos que nos permiten vivir en mejores condiciones.
Así
pues, el conjunto de métodos desarrollados por la alquimia y de los
productos que ha ido obteniendo, ha permitido las especializaciones que
actualmente conocemos como farmacia y química, especializaciones que se
fundamentan en hechos comprobados y comprobables, mientras que la
alquimia permanece en su reducto secreto, incomprensible y expresada
mediante términos filosóficos y metafísicos que limitan su evolución y
progreso, pues conserva aquel hálito grave, húmedo y lóbrego, formando
un carácter testarudo y pertinaz que dedica exclusivamente su vida, su
tiempo y su dinero a descifrar sin conexión con la realidad unos enigmas
que pretenden formar parte de una nobleza científica ficticia bajo el
imperturbable e inamovible emblema del ternario hermético “sal, sulphur y mercurius”
… y, sin embargo, ha contribuido decisivamente para que dispongamos de
las actuales medicina y tecnología en tratamiento y obtención de
materiales diversos.
La
alquimia se ha rodeado de dependencias que han llegado a constituir
supersticiones como determinada estación, elegir entre la mañana, la
tarde o la noche, la fase lunar, determinado efecto de carácter divino
que se espera recibir a través de la luz solar y que condiciona
decisivamente todo el proceso, …, mientras que la química, la farmacia y
la tecnología actuales se desarrollan en el laboratorio porque han
conseguido separarse de aquellas limitativas dependencias y creencias,
lo que nos lleva a la afirmación de que se ha avanzado en el control de
los procesos naturales para crear mayor bienestar en la humanidad,
bienestar que se relaciona directa y proporcionalmente con la virtud del
noble proceder e inversamente respecto de lo innoble.
Si
podemos admitir que la actual humanidad, y considerada como un
conjunto, tiene mayores dosis de nobleza que antaño y ello ha podido
estructurar una sociedad más altruista debido a que sabemos más de los
otros a través de los medios de comunicación, en este proceso ha tenido
mucho que ver necesariamente la alquimia, y el proceso podrá
ralentizarse pero nunca se para…, luego la afirmación de Aristóteles
respecto de que se irá desvaneciendo el mundo material para dar lugar al
inmaterial, el sueño de Platón para hacer realidad su ideal y la meta
del alquimista para purificar la materia y hacerla digna del espíritu,
parece que no están tan lejos de ser reales ya que constituyen el
procedimiento mediante el que se ennoblece todo lo creado, y este
procedimiento lo ha proporcionado la alquimia exenta de la intención
especulativa.
--Pedro
Rojas y José Rodríguez, en la revista Azogue núm. 4, exponen la
transcripción de un texto contenido en el manuscrito núm. 2058 tomo 5
del siglo XVI depositado en la Biblioteca Nacional de Madrid titulado
“Toque de alquimia” de autor Richard Stanihurst , en el que se aconseja
al monarca Felipe II para que descubra la falsedad en el alquimista y en
su práctica, presentándole algunos de los engaños, pues el rey estaba
muy interesado en la alquimia debido a su situación financiera y ante la
posibilidad de conseguir todo el oro que deseara para cubrir sus
deudas, así como de elaborar medicamentos para curar todas las
enfermedades, hecho que propició la entrada en España de ideas
paracelsistas cuando la Contrarreforma había cerrado toda influencia
venida de países protestantes.
Pero
en España la alquimia estaba penada por la iglesia católica lo que
contradecía a los intereses de Felipe II, de marcado carácter católico,
hecho que se solucionó adornando al practicante de la alquimia con las
condiciones del buen católico, de esta manera la iglesia permitiría su
práctica de la que podría beneficiarse el monarca.
--En uno de estos engaños se presenta el falso alquimista con un crisol
de dos suelos, el primero muy delgado y frágil con una diminuta
perforación que le comunica con el segundo. Antes de realizar la
operación ha introducido limaduras de oro a través del pequeño agujero
para que se depositen entre los dos suelos y lo ha tapado con cera. Al
encender el fuego la cera se derrite, al mover las brasas con una barra
metálica se rompe el primer suelo pasando todo el calor al segundo
suelo, el fuego reducirá a cenizas el azogue o mercurio y la “medicina” y
fundirá el oro que quedará como una fina capa en el fondo del crisol,
haciendo creer a todos los presentes que el mercurio se ha convertido en
oro.
--Otros
utilizan una barra de hierro hueca para remover el fuego en la que han
introducido limaduras de oro y han tapado el orificio con cera, de esa
manera el fuego derretirá la cera y las limaduras caerán al fondo del
crisol formándose una delgada capa de oro que producirá el mismo efecto
anterior, o bien han introducido las limaduras de oro en los pedazos de
carbón o en la leña, engaño que le costó la vida a quien pretendió
embaucar al duque de Baviera haciéndole creer que se había obtenido oro y
cuando el duque descubrió que se le había engañado mandó cortarle la
cabeza allí mismo.
--En
el Archivo General del Palacio Real de Madrid, el legajo 429 de su
sección Administrativa, relata las actividades desarrolladas en la corte
española de Carlos II “El Hechizado” y llevadas a cabo por Roque García de la Torre que afirmaba ser alquimista, natural de Alcira, provincia de Valencia.
Roque
se había enterado de la precaria salud del monarca y que empeoró en los
diez últimos años de su vida, de tal suerte que los médicos de la
realeza eran incapaces de curarle, lo que propició la llegada a la corte
de todo tipo de personajes que prometían sanar al rey mediante
conjuros, prácticas de magia e invocaciones, de ahí que se le apodara
“el hechizado”.
En 1.698 se presenta en Madrid afirmando que proviene de Nápoles y
entra en contacto con los cortesanos que se movían en el entorno
cercano al rey, hasta que consigue hacer llegar al conde de Benavente,
sumiller de Carlos II, el informe explicativo de las maravillas de un
elixir capaz de “alargar la vida del hombre hasta el término por Dios descripto”.
Lo
cierto es que Roque supo mantener en secreto sus operaciones y la
atención de quien vigilaba sus consecuciones, que era Juan de Bayle,
encargado del Real Laboratorio cuya misión fue la de elaborar
medicinas. Se acondicionó una casa en la calle de Leganitos
construyéndose un horno o atanor según las instrucciones del propio
Roque y procediendo a la compra de todos los materiales necesarios para
comenzar la elaboración, beneficiándose de “todo regalo de mesa, de bolsillo y de vestir”, tomó varios criados a su servicio, pagó todas sus deudas, acaudaló dinero y se le adelantaron buenas sumas para la obra.
Se
cree que simuló una enfermedad que le imposibilitaría para seguir con
la obra, el hecho cierto es que se quedó con todo lo cobrado sin
devolver nada y abandonó la tarea un año después de haberla iniciado.
Juan de Bayle y el médico real Juan de Cabriada, se comprometieron ante
el rey para finalizar la inesperadamente inacabada obra de Roque y
aunque obtuvieron un elixir no debió resultar efectivo, pues Carlos II
moría pocos meses después.
--Una
leyenda sobre Raimundo Llull afirma que en el Alcázar de Londres y bajo
la orden directa del rey, realizó la transmutación obteniendo
suficiente oro como para acuñar monedas, a las que denominaron “noble de
Raimundo”. Esto lo cuenta un médico de Caen en la normandía francesa,
pero doscientos años después de haber muerto Llull y sin que ningún
registro en Gran Bretaña diera fe del asunto. Leyenda de poca
credibilidad por lo tanto.
La
obra de Llull tiene connotaciones y condicionamientos cristianos llenos
de argumentos en contra de las religiones que le hacían competencia,
principalmente el judaísmo y el Islam y no creía en la transmutación de
la alquimia porque afirmaba que un metal o elemento no podía transmutar a
otro, como lo refiere en su obra “Ars generalis et ultima” en
la que dice que todos los elementos poseen unas condiciones para que
existan tal y como son, por lo tanto no puede un elemento transmutar a
otro y “de ello se duele el alquimista y tiene razón en lamentarse”.
--Se
dice que Arnaldo de Vilanova fabricó mediante la transmutación
alquímica unas varillas de oro en Roma ofreciéndolas al papado para su
examen, sin embargo ni la iglesia ni ninguna otra autoridad romana le
pidió que fabricase para ellos y no se tiene constancia oficial de este
hecho que registran de esta manera los jurisconsultos, basándose
seguramente en comentarios y habladurías populares.
--Respecto de Bernardo el Trevisano, hay que decir que en su obra “Secretísimo Philosophorum opere chemico” afirma poseer la piedra filosofal que ha obtenido de la lectura de obras como “Crónicas de Salomón”, “La senda de los errantes” de Platón o “El libro de Aristeo”
de quien se afirma ser el mejor alquimista del mundo después de Hermes,
gobernando todos los reinos y territorios durante 16 años, pero todas
estas obras son supuestas y en sus escritos da muestras de ser vanidoso,
presuntuoso y mentiroso.
--De
Alfonso el Sabio se dice que hizo crecer en repetidas ocasiones su
caudal económico fabricando oro alquímico, sin embargo perdió su reino
por falta de recursos monetarios de los que siempre andaba apurado y los
buscaba con afán, datos recogidos por el padre Mariana en el cap. 5º de
su obra “Historia” donde dice:
“Nada
le aquejaba tanto como la falta de dinero, para lo que hizo acuñar
moneda nueva de cobre y plata de más baja ley y de menor peso reteniendo
el mismo valor, cosa que acabó por irritar a sus vasallos que se le
rebelaron.”
--El
Duque de Florencia posee una barra mitad hierro mitad oro, de la que se
afirma que su parte de oro es el resultado de la transmutación
alquímica. Pero el análisis y estudio de la barra, realizado por la
Academia Real de las Ciencias en Italia, revela que la parte de oro fue
añadida con posterioridad y se describe el método mediante el que se
realizó dicho análisis y la añadidura, según consta en las “Memorias”
de dicha Academia.
--Bernardo
Peroto fue un químico que murió con casi cien años de edad habiendo
dedicado toda su vida a la búsqueda de la piedra filosofal y en el lecho
de muerte le pidieron que revelase el secreto de la alquimia a lo que
respondió:
“No
tengo otro secreto que no sea éste: si tuviereis enemigo poderoso a
quien deseéis destruir, inspiradle el ansia de adquirir la piedra
filosofal, porque es el mayor mal que le podréis hacer”.
Sobre Nicolás Flamel
Nace
en Poutoise, Francia, alrededor del año 1.330, tomando como su primer
oficio el de copista en una modesta estructura de madera enfrente de la
catedral de Snt. Jacques la Boucherie. Se casó con Mdme. Perenelle con
la que se dice que compartió sus secretos y que formaban una excelente y
conjuntada pareja espiritual.
Estas
afirmaciones contrastan con otras en las que se dan detalles de que la
boda fue de conveniencia, ya que Flamel perseguía los bienes de
Perenelle procedentes de sus dos anteriores matrimonios y que la dejaban
en buena situación económica, tal como se desprende de los numerosos
documentos notariales y de la declaración del confesor de Perenelle, que
la indujo cuatro días antes de morir a testar a favor de Flamel, pues
su esposa le tenía desheredado hasta esa fecha.
El
mismo Flamel cuenta que tuvo un sueño en el que un ángel le mostraba un
libro que más tarde le propusieron comprar en una librería, atribuido a
Abraham el Judío, lleno de símbolos y escritos enigmáticos, por lo que
se desplazó a Santiago de Compostela para que un judío especialista en
simbología hermética se lo descifrase, después marchó a París y se
estableció como notario, atesorando desde entonces grandes sumas de
dinero por sus habilidades financieras, pues el Diccionario de Moreri y
por la directa afirmación de La Croix Doumaine, contiene el dato de que
llegó a poseer más de 500.000 escudos de oro, una desorbitante fortuna
en aquél entonces que era difícil de esconder, fortuna que se cree
obtenida mediante robos, extorsiones, acuerdos legalizados por su
condición de notario y lucrativos negocios de cereales con los judíos en
el sur de Francia y norte de España, así pues, recurre a la alquimia
como tapadera afirmando que es capaz de fabricar oro, porque posee la
piedra filosofal.
Una leyenda dice que el matrimonio marchó a la India y que nunca han muerto, pues un renombrado escritor como lo es E. Holmyard,
afirma que han sido vistos en el Teatro de la Ópera de París en 1.761,
pero … ¿quién pudo reconocerlos casi 400 años más tarde?.
Sobre el Conde de Saint Germain
Su
vida transcurre en las cortes francesas de Luís XV y Luís XVI sin que
se tenga constancia fiable de su origen y cuando se habla de él se le
trata como un auténtico enigma, pues, en este orden de cosas, Federico
II de Prusia siempre decía que era un hombre a quien nadie había podido
comprender nunca.
Se
le ha biografiado muchas veces y en todos los intentos parece que
exista una especie de competencia entre sus biógrafos para ver quien
afirma con mayor descabello y extravagancia, creando a su alrededor un
misterioso hálito como resultado de la ignorancia sobre la verdad, pues
se le atribuyen distintos nombres patronímicos y a pesar de esta
incertidumbre, nadie ha expresado una sola duda sobre su derecho
legítimo al título del condado de San Germano, en la parte tirolesa
italiana, ya que pagó el territorio y el título al papado.
Numerosos
testigos afirmaron su capacidad para leer un texto con tan solo un
rápido vistazo y repetirlo días después sin omitir una sola palabra, o
la de “leer” cartas selladas y cerradas sin que hubiesen llegado a sus
manos todavía.
Hizo
instalar dos laboratorios de alquimia, uno en Versailles y el otro en
Trianon. Según la marquesa de Pompadour, era de mediana estatura, con
porte elegante, buen e incansable conversador, siempre estaba dispuesta
su tabaquera, sus manos adornadas con diamantes y el reloj a la justa
hora. Se afirma que nunca se le ha visto comer ni beber, nunca
compartió pan con nadie y jamás aceptó ni un vaso de agua, hablaba todas
las lenguas, siendo versado en música y artes herméticas, dominaba
todos los instrumentos musicales especialmente el violín, pues se decía
en la época que “rivalizaba con el mismo Paganini”, de apariencia
siempre igual porque no se le apreciaba envejecimiento, pues los más
ancianos afirmaban que siempre tenía el mismo aspecto, ni más joven ni
más viejo y era capaz de relatar detalles de sucesos antiguos que todos
interpretaban como que había estado presente en el hecho.
Era
capaz de permanecer en profundo éxtasis unas cuarenta horas
ininterrumpidas y sin despertar, no se le conocen medios de ingresar
dinero, sin embargo era prolijo en oro, diamantes, tiempo y sabiduría.
Afirmaba de sí mismo que aprendió el arte de la alquimia de los
brahmanes indios que le transmitieron el secreto de la cristalización
artificial del carbono puro para fabricar diamantes.
Dominaba
por entero su cuerpo y reacciones y solía ejecutar dos tareas al mismo
tiempo, por ejemplo escribir un documento oficial en una mano y redactar
una poesía en la otra.
En una ocasión declaró que había nacido en Caldea, que conocía todos los secretos sobre la magia egipcia y que tenía tan solo quinientos años.
Se
le dio por muerto oficialmente en febrero de 1.784, aunque en el acta
de la Convención Masónica del año siguiente se certifica su asistencia
personal y sus consideraciones públicas hacia la convención, asimismo,
la confidente de Maria Antonieta, Mdme. Adhémar, cuenta en sus memorias
que recibió varias cartas del Conde previniendo a los reyes de Francia
del advenimiento de la revolución francesa y todo ello se cumplió.
Tuvo
una estrecha vinculación con el movimiento Rosacruz y se afirma que
encarnó en la persona de Christian Rosenkreutz, su fundador.
Se
dice que en su tumba no había cuerpo ni restos algunos, pero este hecho
no se ha contrastado debidamente por lo que puede desatar la
imaginación de los más atrevidos.
La
mayoría de sus biógrafos coinciden en informar que murió siendo anciano
y de los achaques debidos a una avanzada edad, sin embargo, los datos
referenciales que se ofrecen no son constatables y tienen mucho de
especulativos.
Sobre Fulcanelli
Se le considera como el maestro de la alquimia del siglo XX.
En
1.922, afirma su fiel discípulo Canseliet que consigue la primera
transmutación en oro cuando ha cumplido 45 años, aplicándose a sí mismo
el elixir y “conservando su cuerpo en esta edad mediana sin envejecer”.
Ediciones Dervi de París, ha publicado un libro de Genivière Dubois titulado “Fulcanelli devoilè”, en el que nos relata una fascinante historia repleta de datos feraces y comprobados.
En
1.877 nace Jean–Julien Champagne, y siendo adolescente consigue el
permiso de su madre para instalar un laboratorio de alquimia en la casa
familiar situada en Villiers le Bel, frecuenta las bibliotecas de París y
recorre las librerías buscando textos que le hablasen de alquimia,
hasta que encuentra una en la calle Rennes de París, en el número 76, a
la que acudían personas respetadas por su erudición y conocimientos
herméticos y cabalistas, librería regentada por Pierre Dujols, experto
en griego y defensor de la terminología científica por encima de la
hermética, que en esa época utilizaba el seudónimo de Magophon o “voz de mago”.
Por
mediación de Dujols, Jean-Julien encuentra trabajo en la librería de
los hermanos Charconac, evaluando y clasificando libros y manuscritos,
hasta que llega a sus manos uno del mismo Isaac Newton, de tan solo seis
hojas, escrito en 1.830 y que trata del trabajo alquímico, por lo que
decide ponerlo en práctica él mismo y en su laboratorio.
Jean-Julien
se encuentra casualmente con René Schwaller de Lubicz, que llegó a ser
un eminente egiptólogo, al que enseña las páginas de Newton y entre
ambos forman un dúo en el que René intenta encontrar una explicación a
lo que allí se expone y Jean-Julien de llevarlo a la práctica,
contratando a un joven como ayudante, Eugène Canseliet que entonces
tenía 16 años, con muy buena caligrafía, por lo que se dedicó a copiar
manuscritos en todas las bibliotecas.
En el año 1.922 y en la fábrica de gas en Sarcelles, fructificó todo el trabajo del equipo pero no se consumó la “gran obra”,
sino una de sus fases, es decir que no se obtuvo la llamada “piedra
filosofal” según certificó el químico Gaston Sauvage que estuvo
presente.
Viene
la guerra a París y Schwaller se marcha, pero le confía a Jean-Julien
unos escritos que ha tardado años en elaborar y que versan sobre su tema
preferido: las catedrales góticas y toda la simbología de la alquimia,
con la promesa de que se los devolverá con prontitud, cosa que así
cumplió advirtiendo a Schwaller que allí se desvelan grandes secretos y
sobre el peligro de hacerlos públicos, y resultado de estos escritos es
que Jean-Julien pasa unos años construyendo la imagen del adepto y
apoyado por el resto del grupo, al que se adhirió también Julles
Boucher.
Fruto de las investigaciones, escritos y trabajos de todos ellos nació Fulcanelli y fundaron como grupo la Fraternidad de Heliópolis,
la misteriosa F.H.C. En 1.926 se publica “El misterio de las
catedrales” bajo ese seudónimo con el asombro de Sachwaller que se
encuentra en Suiza y reconoce los escritos que cedió por unos días a
Jean-Julien unos cuatro años antes.
Asimismo,
Pierre Dujols había reunido gran cantidad de escritos sobre alquimia y
hermetismo que entregó a Jean-Julien y este encomienda a Canseliet que
los recopile, siendo el resultado la publicación en 1.930 de “Las
moradas filosofales” conteniendo 40 dibujos del mismo Jean-Julien.
En
1.932, Jean-Julien reside en París, en el número 59-bis de la calle
Rochechouart, allí le visita Schwaller, se lo encuentra con gangrena en
una pierna ya ennegrecida y Jean-Julien le entrega unos escritos fruto
de su colaboración y en un intento de compensarle por haberse
aprovechado de sus trabajos.
Al
día siguiente y con 55 años moría Jean-Julien Champagne, el 26 de
agosto al amanecer y sin haber conseguido la piedra filosofal, objetivo
de toda su vida.
Canseliet
ha añadido notas y escritos confeccionados por él mismo a las obras de
Fulcanelli, tal como confesó en una de las reediciones, siendo por esta
razón que se observan relatos cuidados con delicado esmero mientras que
otros son simples añadidos inconsistentes y a veces contradictorios, el
hecho es que el grupo Fulcanelli nunca ha afirmado haber obtenido la
piedra filosofal, pero si que lo ha hecho Canseliet, aunque nunca pudo
demostrarlo. Ante esta afirmación, el gobierno francés le pidió que no
fabricase mucho oro para no desestabilizar la economía debido a la
desvalorización que produciría en su cotización, pero si Canseliet nunca
pudo obtenerlo …
Murió en 1.982 sin ofrecer mayores detalles.
Los
conocimientos de Pierre Dujols y de René Schwaller sobre las antiguas
culturas egipcia y helénica, fueron decisivos a la hora de elegir el
nombre de Heliópolis o “ciudad del sol”, que junto a Tebas y Menfis fue una de las tres grandes ciudades de Egipto dedicada al culto de Ra, su nombre egipcio era Iunu que significa “pilar”, destruida por los persas y de cuyos restos se construyó la actual El Cairo en la Edad Media.
Tanto a Pierre como a René les fascinaba el culto egipcio al dios del Sol, Atum-Ra, que en unión con Shu y Tefnut
forman la tríada del principio de la creación vivificando con tres
clases de energías a todo el Cosmos. Estas tres energías producen todas
las naturalezas mediante la organización de sus combinaciones, regidas
por la dualidad formada por los dioses Geb y Nut.Por último,
la tríada superior y organizada por la dualidad intermedia se refleja
en los cuatro puntos cardinales para completar la creación a través de
las deidades Osiris, Isis, Seth y Neftis, cuyo símbolo es la cruz egipcia o cuaternario inferior, quedando así completada la enéada egipcia que ha influido decisivamente en todas las ideologías posteriores de carácter esotérico.
El
pseudónimo “Fulcanelli” pretendía emular al legendario faraón egipcio
que era el único ser con posibilidad de comunicarse con la enéada de los
dioses a través de una deidad intermedia entre ellos y los hombres, Horus, y este a su vez se comunica con Neftis quedando completado el ciclo, además, en los glifos de las pirámides aparece el dios Atum-Ra como “Señor de Heliópolis”,
razones que sobradamente pueden justificar los nombres elegidos por
este selecto grupo de eruditos e investigadores de principios del siglo
XX.
Graficando la enéada quedaría así:
Atum-Ra --Shu—Tefnut=== Tríada superior
Geb – Nut======== Dualidad organizativa
Osiris--Isis--Seth—Neftis== Las cuatro naturalezas
Horus============ Deidad humano-divina
De
ahí que la alquimia se considere como el resultado de la comunicación
entre el faraón y la enéada de los dioses a través del intermediario
Horus, y esta comunicación era exclusiva del propio faraón y de sus
sacerdotes que debían mantenerla en absoluto secreto, exigencia que fue
perdiéndose poco a poco a partir de la colonización helénica, por lo que
aquella “capacidad” de contactar con los aspectos divinos quedó
cercenada.
Sobre Paracelso
Nace en Einsiedeln, Cantón de Zurich en Suiza, con el nombre de Felipe-Bombast-Aurelio-Teofrasto de Hohenheim, en el año 1.493.
Se
cuenta que con tres años de edad sufrió la emasculación por el mordisco
de un cerdo y se le atribuye el intento de crear en el horno del
alquimista un ser humano u homúnculo a partir de esperma. Fue
iniciado en la Orden Rosacruz, hay biógrafos que apuntan su tendencia a
la bebida muriendo a los 48 años por encontrarse en medio de una pelea
en una taberna de Salzburgo, creyéndose que la pelea fue un montaje para
asesinarle, pues era persona de pocos amigos, huidizo y solitario,
aborrecido por los eclesiásticos y sus partidarios que no dudaron en
acusarle de haber efectuado un pacto con el diablo.
Impulsó
la aplicación de remedios utilizando minerales y vegetales, la
yatroquímica y la espagiria, y desarrolló la idea de que el hombre es el
artesano de la vida debido a que en su interior reside el fuego interno
del espíritu o “volcán de Archeus”. Comparaba la imaginación a
un imán, porque atrae a las cosas materiales para transmutarlas en su
interior y las devuelve ennoblecidas, siendo esta la labor de la
alquimia.
Ha
escrito muchas obras que aún hoy son admiradas por cabalistas y
ocultistas, efectuando afirmaciones que han resultado ser proféticas,
con muy buenos conocimientos sobre filosofía, misticismo y alquimia. La
ciencia química le agradece el descubrimiento del gas nitrógeno y
regentó una cátedra en la Universidad de Basilea.
En
sus obras describe técnicas para descifrar la naturaleza, tales como la
geomancia, la hidromancia, la piromancia, incluso la necromancia o la
berilística (arte de adivinación mediante una bola de cristal). Hay que
considerar que, debido a las enemistades que cosechó, se le han
atribuido obras y escritos apócrifos para denigrarle.
Por
boca de su discípulo Oporino, nos han llegado relatos asombrosos, como
el hecho de que por la noche dejaba en casa a su maestro y a la mañana
siguiente le mostraba unas monedas de oro o de plata que, según le
decía, había fabricado utilizando el arte de la alquimia.
Elaboraba
sus medicinas en base a los dos principios alquímicos, el mercurio y el
azufre, a los que añadió la sal, y preconizaba que la alquimia no era
arte de enriquecimiento sino fuente de salud, aunque algunos de sus
remedios y medicinas podían resultar peligrosos, pues se inspiraban en
especulaciones mágicas y creencias sobre los astros, como por ejemplo el
uso de metales como medida terapéutica, pues administraba mercurio por
vía oral para la curación de la sífilis, entrando frecuentemente en
contradicción con las enseñanzas de Galeno, hasta que se publicó en el
año 1.618 el libro “Pharmacopea londinensis” incluyendo remedios paracelsianos y galénicos, con lo que ambas tendencias se reconciliaron temporalmente.
En una de sus obras, el Paragranum, habla del elixir universal y lo describe así:
“es
una esencia distribuida por igual en todas las partes del cuerpo,…,
contiene los elementos de todas las influencias cósmicas y es la causa
de la acción de las estrellas sobre el cuerpo invisible del hombre, es
fuerza vital que radia en derredor del hombre como una esfera luminosa”.
Respecto del tiempo decía que: “todo lo que era, es, y todo lo que es, será”
Paracelso
rechazó parte del ocultismo que se había ido acumulando durante muchos
años promoviendo la observación de la naturaleza y la realización de
experimentos para aprender sobre el cuerpo humano y no se encontraba
cómodo con las afirmaciones de Nicolás Flamel. Su medicina la asentaba
sobre un equilibrio entre el azufre, el mercurio y la sal, enfermando el
hombre cuando no existía tal equilibrio.
Fue
el precursor de las medicinas producidas por medios químicos y dio
nombre al actual cinc que en su época lo importaban desde Oriente
obtenido en aquella época por el método de la “vía seca”:
1º.—se calcina el elemento natural o calamina.
2º.—con temperatura por encima de los 907º -ebullición del cinc- se limpia
de impurezas por destilación.
La “vía húmeda” para obtener el cinc es más reciente y utiliza el ácido sulfúrico como elemento depurador.
Afirmaba
que la Tierra es el lugar donde fue arrojado el diablo, es decir, el
mismo infierno. Mantenía las enseñanzas cabalísticas sobre la idea de
que el primitivo Adán era un ser andrógino, de raza pura y etérea, pues
su cuerpo atravesaba las cosas y podía parir a voluntad porque poseía el
secreto de la piedra filosofal o “lapis”.
13.-La alquimia en el futuro inmediato: células madre, nanotecnología e inteligencia artificial.
La
diferencia entre la alquimia del pasado y la del futuro estriba en los
métodos, pues los que ahora predominan son los científicos y no los
alquímicos, ya que siendo métodos científicos sus resultados serán de
tipo científico y no alquímico, tal y como afirman algunos, pero tendrán
algo en común: la transmutación.
Así pues, de alguna manera se podría continuar denominando “alquimia” a la transmutación del futuro inmediato.
Existen
afirmaciones de científicos que, al igual que las de los alquimistas
sobre que habían conseguido la piedra filosofal, también dicen haber
transmutado un elemento en otro, como por ejemplo la de Gleen T. Seaborg
en 1.980 cuando afirmó haber transmutado plomo en oro pero en
cantidades microscópicas y con enorme gasto de energía, o las de los
científicos George Ohsawa y Michio Kushi, que en 1.964 decían haber
transmutado sodio en potasio usando el arco eléctrico y también carbono
y oxígeno en hierro.
Pero
ninguna de estas “transmutaciones” ha podido repetirse por otros
científicos, por lo que estas ideas se han desacreditado a sí mismas y
han sido abandonadas. Quizá como las afirmaciones de muchos alquimistas
…
Un elemento real actualmente y que produce en efecto la transmutación, es el constituido por el entorno de las células madre o stem cell.
Se
define a la célula madre como la célula progenitora, autorenovable y
capaz de generar células diferenciadas. Es decir, que un célula madre
puede generar otra hepática, renal, nerviosa, ósea, …, o de cualquier
otro tipo de tejido orgánico, capacidad que les confiere el calificativo
de pluripotenciales. En los comienzos sobre el estudio de estas
células, se creía que el poder regenerador lo poseían las provenientes
de un embrión, pero ya se ha podido comprobar que las de una persona
adulta tienen la misma capacidad regenerativa, por lo que en su
utilización se podría cumplir el viejo sueño de todo alquimista respecto
de la “panacea universal o elixir de la inmortalidad”, ya que cabe la
posibilidad de regenerar cualquier parte del cuerpo y en cualquier edad.
Claro que todo ello en la actualidad se consigue solamente en los laboratorios, bien mediante cultivos in vitro (tejidos aislados en laboratorio) o in vivo (reparación de tejidos animales dañados), encontrándose esta práctica científica en sus albores, pero ya empieza a amanecer …
Nuestros ordenadores actuales difieren en mucho a los de hace 50 años, pues aquella enorme máquina llamada Enyac
que dejaba con medias luces a todo New York mientras estaba en
funcionamiento afortunadamente ya es historia, y el ordenador actual
siendo mucho más capaz y rápido, consume apenas nada de electricidad.
Todo
se ha empequeñecido y sin embargo es mucho más capaz y potente, hoy en
día la electrónica intenta trabajar con micrómetros, siendo un
micrómetro el milímetro dividido entre un millón de veces, este es el
mundo de la microtecnología, y la del futuro tiende hacia el nanómetro,
siendo el nanómetro un micrómetro dividido entre un millón, es decir,
que la tendencia se produce con medidas equivalentes al billón de veces
más pequeñas que el milímetro.
La pregunta que surge es: ¿ cómo puede fabricarse algo tan pequeño?
La respuesta todavía es teórica, aunque no imposible, y se trata de fabricar un robot con una doble capacidad:
1ª.- la de fabricar una determinada maquinaria o componente de manera
automática.
2ª.- la de fabricar a otro robot como él pero más pequeño.
Consecuencia: que se podría fabricar una maquinaria o un componente todo lo pequeño que se quiera.
Bienvenidos
al mundo de la nanotecnología en el que las medidas resultan
inimaginablemente pequeñas, lo que desata fácilmente la imaginación de
cualquiera, como Ray Kurzweil cuando dice que mediante la nanotecnología
se puede prolongar la vida indefinidamente …, es decir, otra forma de
células madre, ya que se podría reconstruir cualquier tejido a partir de sus componentes atómicos y aquí es necesaria una consideración al respecto.
El
átomo de hidrógeno se desintegra dando como resultado cuatro fotones,
dos del protón y otros dos del electrón, siendo este proceso
perfectamente reversible, puede hacerse extensivo a todo tipo de átomos
ya que estos se forman a partir de las sucesivas modificaciones en el
número de protones o del de electrones que han sido añadidos a este
átomo de hidrógeno. Así pues puede pensarse en un robot lo
suficientemente diminuto como para manipular electrones, protones o
fotones, de esa manera podría “crear” cualquier tipo de átomo, y si la
unión de átomos forma una célula, la unión de células una molécula, el
conjunto de moléculas un tejido, los tejidos forman un órgano y el
conjunto de órganos conforman un cuerpo, podría pensarse en la
reconstrucción robotizada de cualquier parte del cuerpo, es decir la
creación de vida a partir de sus elementos componentes o de la luz, los
fotones.
Todo
este proceso ha de tener forzosamente una directriz, un “cerebro” que
rija todas las posibles operaciones, y entonces estaríamos hablando de
la inteligencia artificial, la IA, a la que se ha comparado con la
alquimia a través de aquellos intentos de Geber o de Paracelso, entre
otros, para crear vida humana a partir de las destilaciones de sangre,
orina o esperma.
Según
el neurocientífico J. A. Calle Guglieri, la IA no puede sustituir al
cerebro humano según la tecnología de la que disponemos hoy en día,
porque el cerebro está constituido por unos cien mil millones de
neuronas por término medio y cada una de ellas puede efectuar más de
cien mil contactos sinápticos con otras, si a este vasto sistema
neuronal le añadimos los contactos con neuronas de otros sistemas y toda
la densa red de microcircuitos a lo largo del cuerpo, aparece ante
nosotros una inmensa e increíble red de puntos luminosos mucho más
numerosos que la cantidad de estrellas existente en todo el universo
conocido, y todo este maravilloso conjunto luminoso es el llamado
“cuerpo etérico”.
El
hombre dispone de mente y la mente permite la dinámica de la
auto-organización, siendo el cerebro la estructura biológica mediante la
que esa dinámica organizativa se lleva a cabo.
La
IA carece de mente pero tiene “cerebro”, ya que dispone de una
estructura o programa informático insertado en un medio de almacenaje
como un disco duro, para llevar a cabo la dinámica organizativa
contenida en el programa, pero no puede salir de ahí, por lo que no
puede crear, de esa manera, el hombre puede ejercer la alquimia, pero
la IA que entendemos hoy, no, jamás.
La
IA podrá tener una “mente” que se parecerá a la mente racional humana
pero no puede tener las características de la mente intuitiva, y a
propósito recordemos la afirmación de Einstein:
“
La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional su fiel
sirviente. Nosotros hemos creado una sociedad que honra al sirviente y
se ha olvidado del regalo.”
Parece
clara la diferencia entre la IA y el hombre, aunque tengan en común una
relación dada por una “mente” y un “cerebro”, la IA carece de una
facultad que es prerrogativa humana: el autodescubrimiento, es decir,
que el ser humano tiene la capacidad de inventar, así, uno de los
investigadores de Xerox en Palo Alto, California, afirmó que:
“La mejor manera de predecir el futuro es inventarlo”
Y
ello no puede hacerlo la IA porque no puede ni observar ni tomar
decisiones fuera de las que se le hayan programado, por muy numerosas
que estas sean. Entendiéndolo así, la IA pudo comenzar 450 años adC,
cuando Platón narra un diálogo entre Sócrates y Eutidemo:
“Desearía
saber cuál es la característica de la piedad que hace que una acción
pueda considerarse como pía … y así la observe y me sirva de norma para
poder juzgar tus acciones y las de los otros”
En
esta constante observación para la acción, podría consistir el secreto
de la transmutación y, por lo tanto, del sentido más profundo y
filosófico de la alquimia, el que observa un resultado y decide una
acción para mejorarlo y dotarle de mayor nobleza que el anterior.
En
1.959, Richard Feynman pronunció una de las conferencias más
influyentes en toda la historia de la ciencia Física al referirse a este
mundo subatómico, y es que la nanotecnología tiene el poder de
cambiarlo todo, absolutamente todo, luego constituye la panacea de la
transmutación, el sueño eterno de la alquimia, tanto que se están
haciendo experimentos con pedacitos de ADN para los procesadores de
nuestros ordenadores o motores del tamaño de un virus, tal es el
experimento que están llevando a cabo un grupo de investigadores en la
Universidad de Cornell, combinando elementos biológicos y mecánicos, de
manera que una de estas máquinas pudiera estar trabajando en el interior
de una célula humana, no solo regenerándola sino también vitalizándola
generando la idónea electricidad necesaria para configurar esos fotones
que inician todo el proceso de la “creación”.
Para
que todo este proceso se lleve a cabo, han de intervenir necesariamente
especialistas en todos los campos, tanto biólogos como físicos,
ingenieros y autoridades en cualesquiera otras disciplinas, por lo que
se precisa el desarrollo de la capacidad del diálogo y del intercambio entre especialidades cuyos resultados trascienden por completo los niveles alcanzados de manera individual por cada materia.
Esta
exigencia y la actual condición humana seguramente retrasarán el
proceso, pero nunca podrán pararlo como no han podido parar la filosofía
de la alquimia.
Se
afirma que la nanotecnología nos llevará a una auténtica revolución
industrial, tal como el desarrollo de materiales mucho más fuertes que
el mejor acero con solo el diez por ciento de su peso actual y que van
camino de ser una realidad.
Mente
y cerebro conforman la actividad del pensamiento a la que llamamos
inteligencia, así pues, la inteligencia estriba en pensar para vivir y
no en que se viva para pensar. Ocurre que si todavía la inteligencia
humana tiene límites, es lógico creer que la IA producida por el ser
humano será de mayor limitación, aunque pueda “pensar” con mayor
rapidez, pero siempre lo hará de manera limitada.
Habrá
que proceder de la forma más acelerada posible invirtiendo los términos
para el futuro, pues la inteligencia humana actual tiene límites y
parece que la estupidez no los conozca, tal como opinaba Einstein, que
también reconocía:
Eloy Millet Monzó
No comments:
Post a Comment