La civilización egipcia, que siempre ha cautivado y maravillado al mundo y que aún inspira multitud de investigaciones. Esta civilización que se supone que saltó de la caza y la recolección, a la construcción de las grandes pirámides en tan solo un siglo. Sí, esas pirámides que confunden a propios y extraños, por sus descomunales medidas, su perfección, su perfecta alineación astronómica y la incapacidad de los aqueólogos actuales para dar una explicación plausible, de como se construyeron y de que tipo de tecnología sería necesaria para diseñarlas y levantarlas. Hoy en día, nos costaría repetir tal hazaña arquitectónica.
Del mismo modo que otras culturas, la egipcia nos habla de los antiguos dioses que les legaron los conocimientos y la sabiduría de la civilización. Les instruyeron en cultivo, pastoreo, matemáticas, arquitectura e ingeniería, leyes, arte… Una historia calcada a la de las antiguas civilizaciones de América del Sur ¿Existe alguna conexión entre el antiguo Egipto y las civilizaciones precolombinas?
Antiguas estatuas precolombinas, demuestran una similitud muy sospechosa con el antiguo Egipto, una posible conexión entre estas culturas. Pero ¿Existen huellas de estos antiguos Dioses, que nos permitan afirmar más allá de los mitos (que acostumbra a ser conocimiento verídico transmitido por vía oral), que estuvieron en el Antiguo Egipto de la misma forma que estuvieron en Suramérica?, y ¿quienes eran estos Dioses?
El Misterio de las Pirámides, La Esfinge y la Constelación de Orión
La constante pi de sus proporciones, sus 2.800.000 bloques, de hasta 80 toneladas cada uno, 27.000 de ellos pulidos con una precisión telescópica, constatan el empleo de una tecnología imposible para la época. Una datación que oscila entre los 2.500 años a.C de la Gran Pirámide, en tiempos de Keops, de la IV Dinastía, según los arqueólogos, y los 10.000 años de antigüedad que muestran los análisis geológicos. Curiosamente, la hipótesis sobre el alineamiento astrológico de las Pirámides de Gizeh con las estrellas de la constelación de Orión, abogan en favor de la datación más disparatada.
Siempre que pensamos en las pirámides, nos viene a la mente una ineludible cultura que tuvo sentamiento en el continente africano, más concretamente en Egipto. Pero la verdad es que no hay muchas pruebas para catalogar quién fue el constructor originario y cuál fue el verdadero sentido de la construcción del grandioso monumento que caracteriza la séptima maravilla del mundo antiguo y que es la Gran Pirámide de Keops.
Aceptando las teorías de los arqueólogos, en la construcción de la gran pirámide, se tardaron unos 20 años con más de cien mil hombres trabajando en ella. Y en la construcción de la calzada o vía por la que iban a transportar los enormes bloques de piedra calcárea desde la cantera, se tardaron más de diez años. Las preguntas son obvias: ¿cómo harían más de cien mil hombres durante veinte años para trabajar en un mismo lugar, sin molestarse unos a otros?, ¿cómo transportaban esos inmensos bloques de piedra que pesan de 2 a 80 toneladas cada uno, desde las canteras de Aswan que están a unos 1.000 kilómetros de distancia?, ¿cómo cortaban los bloques de granito, con sus simples útiles de cobre, ya que no conocían el hierro? ¿cómo subían a la cima de la pirámide (148 metros) estos bloques de 80 toneladas, cosa que hoy es imposible?
Podríamos seguir planteando preguntas, pero primero vamos a sugerir algunas hipótesis que, por descabelladas que parezcan, quizás sea la base de sustento para pensar que la cultura egipcia pudo tener otras raíces. Según los datos arqueológicos, con cien mil hombres trabajando constantemente en la construcción de la pirámide, que consta de 2.800.000 bloques que pesan de 2 a 80 toneladas, para poder terminarla en veinte años tendrían que haber colocado, situado, orientado, pulido y grabado uno de esos pesados bloques cada 3 minutos y sin utilizar poleas ya que en aquel entonces no las conocían.
Para complicar más la dura tarea, decir que no se han encontrado vestigios de amarres de cuerdas y nada por el estilo, así pues no nos olvidemos del transporte que en ocasiones no era nada sencillo. Además como dato curioso, para el fijado de los bloques utilizaban un yeso de fraguado rápido, cosa que una vez fijado el bloque era imposible moverlo para su orientación. Para la construcción de cada uno de los bloques de granito que recubrían la pirámide que tenían unos 20 metros cuadrados de superficie cada uno, se emplearía la misma tarea que para el pulido del espejo del observatorio del Monte Palomar.
Así pues, lo que hoy en día conseguimos con la moderna tecnología en varios meses de pulido, ellos, supuestamente lo harían con los 27.000 bloques utilizados. De esta forma, para conseguir pulir todos los bloques de granito en 20 años, deberían de haber pulido unos 3´6 bloques por día, ¿no les parece a ustedes algo exagerado? Según los arqueólogos, para el pulido simplemente se utilizaba arena y un ladrillo.
Si por un momento dejamos de lado a los planteamientos de trabajo y potencial humano para la construcción de la Gran Pirámide y nos situamos en el periodo de reinado del faraón Keops, las cifras que nos proporcionan los arqueólogos oscilan entre los 23 años identificados en el Papiro de Turín y los 73 de Manetón. Si Manetón recogió todos los nombres de los faraones por encargo Ptolomeo IV (205-181 a C), con el fin de alargar la duración de su estirpe y se considera igualmente válido el papiro de Turín, la Gran Pirámide no pudo ser comenzada y acabada por Keops. Otra cosa es plantear que este faraón pudiera terminar la pirámide o adaptarla para su descanso terrenal.
Los egiptólogos como sustento de esta hipótesis, han encontrado serias diferencias en los procesos de construcción de la pirámide, lo que se consideraría como base, y las diferentes cámaras que se encuentran presentan un aspecto de construcción perfecto. Pero en las últimas zonas de construcción, las terminaciones eran más burdas y en ocasiones menos perfectas. Con lo cual tenemos un importante aspecto para diferenciar la época.
La cosa se complica, cuando comenzamos a pensar en algunos detalles curiosos que comprendían la gran pirámide. Un equipo de investigación español, encontró en el fondo del pasadizo de la verdadera entrada a la pirámide un fragmento cilíndrico de madera que se demostró científicamente que pertenecía a un bloque de granito que se encuentra en la entrada y sirvió como sistema de cierre.
Un dato muy curioso, es que cuando llevaron a una Universidad americana a analizar este pequeño cilindro de madera, los científicos se asombraron cuando el veredicto del C-14, dató del 2016 después de Cristo. ¿Quiere decir esto que viene del futuro? Analicemos ahora, el propio sistema de cierre de la entrada a la pirámide, que se encuentra in situ y cualquiera puede verlo. Se trata de un bloque de granito, con seis orificios que corresponderían a seis cilindros de madera como el que se encontró en el fondo del pasadizo que nos conduce hasta el mismísimo punto central, donde bascula el enorme monumento.
Un científico inglés, examinó los orificios donde supuestamente se insertarían esos seis cilindros, y encontró las marcas de un broca (pieza metálica para cortar)algo extrañas. En primer lugar, la broca tendría que tener una dureza 500, para poder haber trepanado de la forma en que lo hizo este bloque de granito. Tengamos en cuenta que el material más duro que se conoce es la vidia, que es el diamante sintético y tiene dureza 11 y se utiliza en los talleres para cortar precisamente el granito.
Como dato curioso, a cierta distancia del nacimiento del Nilo, se encuentra una tribu, los Dogones, anclada en la prehistoria, que afirma que hace diez mil años, una extraña arca de luz vino del cielo. De ella salieron unos seres mitad pez, mitad hombre llamados instructores y decían venir de una estrella llamada Potoolo (Sirio B). Contaban que en ese sistema estelar, había una estrella de gran magnitud llamada Digitaria (Sirio A) y que Potoolo rotaba al rededor de Digitaria en un tiempo de 50 años. También decían que una simple cucharada de la estrella Potoolo, pesaba más que todo nuestro planeta. Según las comprobaciones científicas que se hicieron al respecto, Los Dogones, conocían exactamente el sistema estelar binario de Sirio, cuando este se descubrió por primera vez en el año 1824 y se pudo observar en el 1864 con un telescopio.
Pues bien, en 1972, se comprobó que en efecto, la estrella Sirio B, tiene un periodo de 50 años alrededor de Sirio A. Y para mayor asombro, hace tan solo cinco años, se pudo analizar mediante un sistema espectral, la densidad que tendría la estrella Sirio B, dando casualmente una dureza 500!
En 1983 el escritor y egiptólogo Ing. Robert Bauval (coautor junto a Adrian Gilbert y Graham Hancock de El Misterio de Orión y Guardián del Génesis respectivamente, y autor del libro La Cámara Secreta) informaba sobre la Teoría de la Correlación de Orión y la Pirámide de Kheops. Ya los Drs Virginia Trimble y Alexander Badawi habían demostrado que el canal Sur de la Cámara del Rey había sido orientado hacia el Cinturón de Orión, el alma de Osiris. En 1986 R. Bauval descubre que el Canal Sur de la Cámara de la Reina estaba orientado hacia la estrella Sirio, identificada como la hermana y esposa de Osiris, la diosa Isis, quien hizo su aparición en los cielos de este lugar hacia el 10.500 a C, según los estudios astronómicos.
La Gran Pirámide de Giza, un monumento que originalmente superó los 146 metros de altura -el equivalente a un edificio moderno de 40 plantas-, fue levantado en tiempos del faraón Keops, de la IV Dinastía, hacia el 2500 a C. Pero no todos están de acuerdo en esa cronología. En el siglo 25 antes de nuestra Era, sin ruedas ni poleas, ni grúas o máquinas de ninguna clase, un grupo indeterminado de obreros movió la friolera de más de dos millones de bloques, de pesos comprendidos entre las 2,5 y las 60 toneladas. Y no sólo eso: sin brújula -no existía- orientaron sus cuatro paredes a los cuatro puntos cardinales con una precisión pasmosa; sin hierro practicaron agujeros que parecen hechos con un taladro en los que al examinar las muescas se ve que cada vuelta de torno profundizaban en el granito hasta doscientas veces más que lo que lograríamos nosotros hoy con un taladro de punta de diamante; y sin instrumentos ópticos orientaron algunos canales internos hacia la posición que ocupaban estrellas como Sirio, Zeta Orión o Alfa del Dragón, muy importantes dentro del contexto religioso egipcio.
Esos y otros detalles evidencian que los constructores de la Gran Pirámide poseían unos conocimientos científicos que los expertos dudan en conceder a los primeros egipcios. ¿Y entonces a quién? La falta de pruebas concretas sobre la autoría de este monumento, en el que no se han encontrado grandes inscripciones con el nombre del faraón que las levantó, han dejado el terreno abierto a la especulación. A atlantes, extraterrestres y hasta al mismísimo patriarca José de la Biblia se les ha atribuido la construcción de este edificio.
Los últimos estudios demuestran que, en efecto, las pirámides eran una especie de máquinas astronómicas, lo que convierte el enigma en más irritante si cabe. ¿De dónde obtuvieron los egipcios esa precisión astronómica, y matemática? No olvidemos descubrimientos como el que hizo en el siglo pasado John Taylor, al demostrar que el perímetro de la pirámide dividido entre el doble de su altura equivale a 3,1416, el número pi. Pero, según nos enseñaron en el colegio, pi ¡lo descubrieron los griegos siglos más tarde!
El último enigma de la Gran Pirámide saltó en 1993 cuando un pequeño robot (UPUAUT II) diseñado para explorar un angosto pasadizo de 20 x 20 cms que atraviesa todo el monumento desde la llamada cámara de la reina, descubrió algo sorprendente. Una puerta con sendos pomos de cobre derretidos por el tiempo parecía impedir el paso a una cámara secreta. De confirmarse las sospechas, y dado que 60 metros de galería minúscula separan esa cámara de la de la reina, esa habitación sería el único recinto intacto que podría existir en la pirámide.
Pasados nueve años de aquellos acontecimientos, el 17 de septiembre de 2002, otro equipo de científicos bajo la coordinación del Dr. Zahi Hawas, Director del Consejo Supremo de Antigüedades del Gobierno de Egipto y con el auspicio del National Geographic Society, acompañaría al equipo del arqueólogo estadounidense Mark Lehner en la realización del “descubrimiento más importante producido en Egipto”.
El robot llamado Pyramid Rover se detendría frente a la famosa puerta de Gantenbrick y con su cámara de fibra óptica penetraba por un minúsculo agujero que se había efectuado el lunes 16 de septiembre en la puerta a golpe de taladro. La puerta tenía un grosor de 7 centímetros, lo que demuestra que no se trataba de un bloque más de la pirámide, sino que detrás habría algo.
Pero la sorpresa fue mayor cuando se observó que había allí un pequeño espacio vacío de 45 centímetros de profundidad y 20 centímetros de altura, y al fondo ¡otra puerta!
Mark Lehner, acerca de los sucesos de septiembre de 2002, comentaría que: “Lo que encontramos no es una cámara sino una continuación del conducto”; y añadió que “el hecho de que haya dos puertas en mitad de un pasadizo, con un espacio entre ellas, no tiene precedente en otras pirámides: Esta inusual estructura no es algo accidental ya que está cuidadosamente construida e integrada en el cuerpo de la pirámide y que la segunda puerta muestra, además, unas marcas grabadas que no pueden ser casuales”.Todo esto “debe tener un significado porque no es posible que se hiciera sin alguna intención aunque cuál es ese significado se nos escapa”.
Akhenaton y Nefertiti
De la misma forma que en los yacimientos de las culturas precolombinas se han encontrado cráneos anómalos, en la antigua cultura egipcia uno de los más grandes faraones Akhenaton, que reino de c. 1353 a 1338 a. C, es representado con una cabeza extrañamente alargada. Los antiguos faraones de Egipto, decían proceder del linaje directo de los Dioses. ¿Pudo manifestarse en este faraón la genética de los Dioses, el ADN de los Elohim (hebreo, conllevaría el concepto de “dioses”)?
De la misma forma que Akhenaton, su esposa Nefertiti tenía un cráneo extraño alargado, fruto de su especial herencia genética. Además el faraón poseía otra característica anómala, tenía un cuerpo extrañamente afeminado. ¿Pudo ser el faraón alguna especie de andrógino?
Tanto científicos como arqueólogos no pueden explicar estas características físicas, así que intentan encajar a Akhenaton en un síndrome denominado de “Marfan”. Dicho síndrome produce alargamiento de las facciones y del cráneo, rasgos femeninos y una clara infertilidad. Pero es bien sabido, que el faraón tuvo por lo menos una docena de hijas y aquí es donde no encaja la historia oficial.
El avión precolombino y el Pájaro de Saqqara
Cuando en el año 1.898 era encontrado en una tumba de la necrópolis de Sakkara un objeto de madera que fue catalogado inmediatamente como la figura de un halcón, nadie imaginó ni siquiera por un momento que, 74 años después, ese mismo objeto iba a ser la pieza central de la primera exposición de aeromodelismo del antiguo Egipto.
Otra característica compartida entre Egipto y la cultura precolombina es el famoso “Avión”. En el museo del Cairo podemos encontrar el “Avión de madera” o “Pájaro de saqqara” que data del año 200 a.C. En la cultura precolombina los podemos encontrar de oro macizo, y pueden llegar a datar hasta hace 2000 años. Lo más intrigante de este avión son las elaboradas líneas aerodinámicas, que demuestran un avanzado conocimiento tecnológico de la aviación y un conocimiento de la física de los fluidos.
Esta figura de madera después de su descubrimiento fue a parar como tantas otras al Museo Egipcio del Cairo con el número 6.347, donde permaneció expuesta largo tiempo entre otras reproducciones de pájaros. Pero había algo que la diferenciaba enormemente de las demás. Su envergadura alcanza los 18 cm. y tiene una longitud de 14 cm.
El ala izquierda es ligeramente superior al ala derecha, 7,7 cm. y 7,65 cm. respectivamente. La cola es vertical, a diferencia de la de cualquier ave que siempre es horizontal, y presenta una forma oblicua que junto a la asimetría de las alas facilita el vuelo si es lanzado al aire, planeando un largo recorrido hasta volver de nuevo al punto de partida, como si de un boomerang se tratara.
Las singulares características que presentaba esta supuesta figura de halcón terminaron por llamar poderosamente la atención al Dr. Khalil Messiha (aficionado al aeromodelismo) en el año 1.969, cuando procedía al examen de la pieza, y en donde descubrió una inscripción que había pasado totalmente desapercibida hasta ese momento que decía “pa-dimen“, que significa “regalo de Amón“, uno de los principales dioses del panteón egipcio.
Este dios de origen tebano era identificado como dios del viento, de lo oculto y de lo invisible, al que se le solía representar con la piel de color azul (igual que a Krishna de la India, dato curiosos) y dos grandes plumas sobre el tocado de su cabeza, Inicialmente su forma de animal sagrado era la de un ganso, aunque posteriormente adoptó la figura de un carnero, como los que se pueden apreciar en el Templo de Karnak.
Como si de un dios del viento se tratara, todas las formas de esta pieza examinada por el Dr. K. Messiha eran especialmente aerodinámicas, y el diseño de sus alas estaba diseñado para crear el vacío sobre ellas. Incluso comprobó que la extensión de las alas de algunos de los compañeros de pájaros que se exponían junto a la pieza 6.347, eran idénticamente proporcionales a la de aviones como el Caravelle.
En pocas palabras, el diseño de este curiosos pájaro no era producto en ningún caso de la casualidad, sino más bien el producto de una técnica acumulada a través de un conocimiento detallado y preciso, y a partir de una experiencia continua en el campo de la aeronáutica durante un largo periodo de tiempo.
La repercusión alcanzada por el estudio de la pieza 6.347 del Museo Egipcio alcanzó al propio gobierno de Egipto, quien en la figura de su Ministro de Educación, Mohammed Gamal El-Din Mujtar, encargó otro estudio a una comisión técnica para un total examen de todas las piezas de pájaros expuestas en el museo. Esta comisión fue nombrada el 23 de diciembre de 1.971, y entre otros expertos de distintas especialidades figuraban el Director del Museo de Antigüedades Egipcias, el Dr. Abdul Quader Selim y el Presidente de la Federación Egipcia de Aeronáutica, el señor Kamal Naguib.
El resultado del estudio de la comisión no pudo ser más sorprendente y fructífero. El 12 de enero de 1.972, tan sólo 20 días más tarde del inicio de los análisis sobre la figura 6.347 y sus compañeras, era inaugurado en el pabellón de antigüedades del Museo Egipcio, y auspiciada por los ministerios de Educación y del Aire, la primera exposición de aeromodelismo de la época de los faraones.
Junto con el “halcón” estudiado por el Dr. K. Messiha y su hermano, otros trece pájaros o aviones fueron presentados como aeroplanos del antiguo Egipto por el representante del Primer Ministro, el Dr. Abdul Quader. Este increíble acto causó el recelo y la indiferencia de la comunidad científica, que dio la espalda a tan clara evidencia de los antiguos conocimientos egipcios.
La Lámpara de Dendera
Las lámparas de Dendera es el nombre que reciben, en medios pseudocientíficos, varios relieves de piedra (solos o en doble representación) esculpidos en los muros del templo de Hathor de Dendera, en Egipto, iniciado por Nectanebo I (siglo IV a. C.) y terminado en época romana. Los bajorrelieves son interpretados por los egiptólogos como una serpiente surgiendo de una flor de loto, un símbolo de carácter mitológico
A menudo la curiosidad y la sorpresa han hecho acto de presencia cuando se trata de averiguar cómo en el antiguo Egipto se logró tal perfección artística y técnica en condiciones de total oscuridad, dentro de los numerosos corredores subterráneos que podemos encontrar en infinidad de tumbas de diferentes necrópolis. Tal vez el ejemplo más representativo lo tengamos en las proximidades de Luxor, en el conocido Valle de los Reyes. ¿De total oscuridad?, se preguntaran algunos, ¿es que acaso no existían las antorchas o candiles para iluminar estos pasajes?.
La respuesta es por supuesto que sí, pero no podemos dejar pasar por alto que jamás se han hallado manchas o partículas de herrumbre en las paredes o techos de estos pasadizos, señales características propias de los candiles, velas o antorchas en su constante humear.
Los dibujos de Dendera evidenciaron una posible respuesta, a la ausencia de humo en las tumbas profundas de los faraones. ¿Cómo podían trabajar en las profundidades sin la luz de las lámparas de aceite o de las antorchas? Tumbas excavadas cientos de metros e incluso kilómetros bajo tierra, túneles estrechos y oscuros, que están llenos de murales y estelas, que describen la vida de los faraones. Ahí radicaba la cuestión, hasta que se hallaron estos diagramas de antiguos artefactos ¿capaces de producir luz?
A comienzos de los años ochenta, los investigadores Peter Krassa y Reinhard Habeck, dieron la voz de alarma al lanzar una hipótesis revolucionaria basada en la utilización de la energía eléctrica en el antiguo Egipto. Así parecían atestiguarlo numerosos relieves esculpidos sobre las paredes de distintos templos, como los de Edfu, Kom Ombo y Dendera.
En base a este antiguo “diagrama” egipcio, el ingeniero W. Garn contruyó un dispositivo funcional, con la capacidad de producir luz. En el libro de Krassa/Habeck podemos encontrar:
Si quitamos el bulbo de cristal, podemos encontrar 2 partes metálicas dentro, podemos observar una descarga a niveles mucho más bajos, dependiendo del tamaño del globo de cristal. A una presión de 40 t, un filamento serpenteante conecta una parte metálica con la otra. Si nos alejamos, el filamento se ensancha y se ilumina hasta que encuentra el propio globo de cristal.
En caso de que este dispositivo haya sido usado por los egipcios, ¿de dónde sacaron la energía para iluminar las bombillas?
Una posible respuesta, la encontramos en un hallazgo que se produjo en Irak a comienzos del siglo XX. Se halló una extraña vasija, que estaba atravesada longitudinalmente por una lámina cilíndrica de cobre. El borde del cilindro de cobre, estaba soldado con plomo a la vasija, una manufactura comparable a una soldadura moderna. La parte inferior de la vasija estaba sellada con betún a un disco de cobre. Otra capa de asfalto aislante, sellaba la parte superior de la vasija y también sujetaba una varilla de acero suspendida en el centro del cilindro de cobre. La varilla de cobre presentaba la evidencia de haber sido corroída por un agente ácido.
Wilhem Konig, el arqueólogo que examino el hallazgo, no se andó por las ramas buscando explicaciones extrañas. Sencillamente se limitó a describir lo que era evidente que se había encontrado, era una batería eléctrica. Una batería de más de 2000 años de antiguedad.
Konig pensó que esto era muy complicado de explicar y no encajaba con los ideales religiosos del momento, aún así publicó sus conclusiones. Pronto la guerra mundial hizo que este increíble descubrimiento quedara convenientemente olvidado.
A esta “batería” se le conoce como La batería de Bagdad
En 1940 Willard F.M. Gray un ingeniero del Laboratorio de Alto Voltaje de la General Electric en Pittsfield, Masachussets, leyó la teoría de Konig. Usando dibujos y detalles proporcionados por un ingeniero de cohetes alemán, Gray fabricó una réplica de la batería. Usando una solución de sulfato de cobre, generó cerca de medio voltio de electricidad.
En 1970, un egiptólogo alemán, Arne Eggebrecht construyó una réplica de la pila de Baghdad y la rellenó con zumo prensado de uva fresca, como especulaba que lo habían hecho antiguamente. La réplica generó 0.87 voltios de energía eléctrica. Usó la corriente de la batería para galvanizar una estatua de plata con un recubrimiento de oro.
¿Podrían haberse usado dispositivos similares, para dotar de energía a la antigua bombilla egipcia? Otros autores han sugerido, que dichas luces se podrían haber alimentado con condensadores de electricidad estática. Lo que queda claro, es que hace más de 2000 años, eran perfectamente capaces de generar energía y de crear dispositivos de iluminación artificial.
Si se está libre de prejuicios y en relación a lo anteriormente expuesto, la realización de las diferentes inscripciones localizadas en el Valle de los Reyes y del resto de los pasadizos y tumbas del antiguo Egipto, bien podrían haber sido efectuadas con la ayuda de la electricidad. Un conocimiento en estado de involución, que en manos de la casta sacerdotal era guardado celosamente como un gran legado de los antiguos dioses.
Documental: Egipto, Tecnología imposible
El Papiro de Turín
En el Museo Egipcio se esconde uno de los mayores objetos de la arqueología que no debería estar ahí, el Canon Real o Papiro de Turín.
Este papiro de escritura hierática se encuentra cerca de la entrada al museo, nada más entrar a mano izquierda, escondido detrás de una vitrina y que pasa desapercibido a los visitantes, más interesados en la búsqueda de momias o esculturas que les asombren.
Datado en la época de Ramsés II, ¿qué tiene de especial que lo convierte en un objeto imposible? Pues bien, el texto menciona los nombres de los faraones que reinaron Egipto, pero también los dioses que les precedieron, los semidioses, y los seguidores de Horus. Esta lista no es conmemorativa de ningún faraón, con lo que contiene los nombres reales de todos sus gobernantes, incluyendo los faraones menores y los usurpadores. Y ahí es donde radica la cuestión, pues tomándola como válida, ¿quiénes eran estos dioses que gobernaron Egipto y que son anteriores a la dinastía I?
El papiro es de 170 centímetros de largo y 40 de ancho, y está roto en 160 fragmentos que, afortunadamente, se han podido recomponer conformando la lista mencionada. Descubierto en 1822, por Bernardino Drovetti, el que fuera cónsul de Egipto, cerca de la ciudad de Luxor, fue donado al Museo Egipcio de Turín en pésimas condiciones; aunque se sabe que en su descubrimiento estaba prácticamente intacto.
Giulio Farina reconstruyó el documento y lo selló entre dos hojas de vidrio en 1938, que es como puede verse hoy en día. No sería hasta 1959 que Gardiner, que se hizo famoso por recopilar todos los jeroglíficos egipcios y publicar su gramática, cuando éste transcribiría lo que decía y hacía públicas estas revelaciones. Parece que el Papiro contiene los nombres de unos 300 monarcas en orden cronológico, incluyendo la duración de sus reinados en años, meses y días, lo cual convierte al Canon Real de Turín en un documento de gran importancia a la hora de establecer una cronología para el Antiguo Egipto.
La lista de reyes del Canon Real de Turín comienza con los dioses que según las creencias de los antiguos egipcios gobernaron Egipto al principio. Y aquí es donde radica el problema para los egiptólogos, pues aseguran que esto es mitología y sólo dan por cierta la cronología a partir de la Dinastía I. ¿Por qué los dioses nunca gobernaron Egipto según los arqueólogos? No se sabe, o tal vez sí, ya que ello repercutiría en que se debiera admitir la presencia de unos dioses en la antigüedad, o tomados como tales, y ello implicaría dar por cierta la teoría de que esos seres divinos no eran precisamente de este mundo.
Al comienzo de la lista se encuentra el dios Ptah que, según la cosmogonía de Menfis, creó el mundo con el corazón y la palabra. Le sucede Ra, el dios sol creador de la vida, y después su hijo Shu, el aire, que separó el cielo de la tierra interponiéndose entre ambos. A Shu le sucede Geb, y después el hijo de éste, Osiris, que es asesinado por su hermano Seth. Luego aparece Horus, el hijo póstumo de Osiris, que luchó contra Seth por el trono de Egipto. Después, el Canon Real de Turín da los nombres de otros tres dioses: Thot, Maat y un Horus cuyo nombre se ha perdido. Aquí hay que tener en cuenta el papel de Maat, que es la diosa del orden, la justicia, y la verdad, y al mismo tiempo un concepto abstracto de difícil definición en la actualidad.
Después aparecen otros nueve dioses, que son los que se encargan de la transición entre un gobierno de dioses a otro de humanos.
Después de esta lista de dioses, el Canon Real de Turín comienza con los reyes humanos, siendo el primero de ellos Menes, primer rey de la I Dinastía, el primer Rey del Alto y Bajo Egipto, esto es, del Egipto unificado. Su nombre aparece dos veces, uno con un determinativo para “humano” y el otro para “divino”.
Los reyes y sus reinados se suceden hasta llegar a la Dinastía XVII, donde se corta la cronología.
El Papiro de Turín, curiosamente, coincide con otras fuentes apócrifas que paso a enunciar.
La Piedra de Palermo se trata de la mitad de una enorme losa de diorita negra, que originalmente debía medir aproximadamente unos 2 metros de longitud y 60 centimetros de altura, y que actualmente se puede contemplar en el Museo de Palermo, aunque en realidad existen 7 fragmentos en total distribuidos por diferentes museos del mundo. El documento, en escritura jeroglífica, da cuenta de 120 reyes predinásticos que reinaron antes de que existiera oficialmente la civilización egipcia. De nuevo aparecen los nombres de los misteriosos dioses y semidioses engrosando las genealogías reales egipcias.
Otro apócrifo para la egiptología sería algunas de las incorrecciones que dicen ellos que cometió Manetón en sus crónicas de Egipto.
Manetón fue un sacerdote egipcio de Heliópolis que vivió en el siglo III a. C., durante los reinados de Ptolomeo I y II, poco tiempo después del historiador babilónico Beroso, siendo ambos casi contemporáneos. Las cronologías que detalló Manetón encajan perfectamente con el Papiro de Turín y la Piedra de Palermo.
Manetón escribió “La Historia de Egipto” en 3 volúmenes o tomos, que en realidad ya no existen y no podemos leer en su fuente original. Pero nos han llegado fragmentos recogidos por distintos autores. Por un lado, las citas de Flavio Josefo (siglo I d. C.); y por otro, los escritos de los llamados “padres” (autores relacionados con la Iglesia), como Julio Africano (siglo III d. C.), Eusebio de Cesarea (siglo IV d. C.), y Sincelo, conocido como Jorge el Monje (siglo IX d. C.).
Pues bien, según recoge Eusebio, una dinastía de dioses reinó en Egipto durante 13.900 años: el primer dios fue Vulcano, el dios descubridor del fuego, después el Sol, Sosis, Saturno, Isis y Osiris, Tifón hermano de Osiris, y Horus hijo de Isis y Osiris. A estos, siguieron dinastías de semidioses que reinaron durante 11.025 años, lo que hace un total de 24.925 años. A partir de ese tiempo, aproximadamente sobre el 3.000 a. C. reinaría el primer faraón, Menes o Narmer.
Según transmite Sincelo (Jorge el Monje), desde las Crónicas de Manetón, seis dinastías de dioses reinaron durante 11.985 años. De nuevo aparecen: Hefesto dios del fuego, Helios o Sol, Agatodemon, Cronos o Saturno, Isis y Osiris y Tifón hermano de Osiris. Los primeros 9 semidioses que cita Sincelo son Horus (hijo de Isis y Osiris), Ares, Anubis, Heracles, Apolo, Amón, Titoes, Sosus, y Zeus, abarcando entre estos 9 semidioses un periodo de unos 2.645 años aproximadamente en el reinado en Egipto. A continuación, siguen sucediéndose dinastías de semidioses, y seguidores de Horus, abarcando entre todos ellos miles de años de reinados en Egipto, en unas cifras similares a las que establece Eusebio. Y todo esto, antes de que empezara a reinar en Egipto el primer faraón según la Historia oficial.
Hay pequeñas diferencias entre las cronologías de Eusebio y Sincelo, pero ambas básicamente son muy similares. Por ejemplo, Sincelo cataloga a Horus como el primero de los semidioses, mientras que Eusebio lo nombra como el último de los dioses.
Si todos estos reyes hubieran sido figuras inventadas o mitológicas, probablemente no se hubieran hecho constar la duración de sus reinados en cifras tan exactas, sino que simplemente se habrían presentado esos períodos como espacios de tiempo indefinidos. ¿Por qué si no, se data con tanta precisión en los cómputos la duración de los reinados de estos dioses y semidioses? ¿Existieron realmente? ¿Y por qué los historiadores y la arqueología se niegan a aceptarlos como reales y sí lo hacen con los faraones a partir de la Dinastía I? ¿Acaso no tienen el mismo derecho?
Julio Africano volvió a referirse a los dioses, los semidioses, héroes y “espíritus”. Detalla que después del Diluvio, la primera casa real egipcia tuvo 8 reyes, el primero de los cuales fue Menes de Tis, que reinó durante 62 años. Fue arrollado por un hipopótamo (Eusebio precisa que era un dios en forma de hipopótamo) y pereció.
No podemos olvidar el importante testimonio de Diodoro de Sicilia, un famoso historiador griego del siglo I a. C., que empleó 30 años en escribir una Historia Universal, para lo cual visitó todos los lugares y monumentos que mencionó. En Egipto fue ilustrado por los sacerdotes y eruditos egipcios de aquella época, y no dudó en escribir que los primeros monarcas del país del Nilo reinaban desde hacía 23.000 años. Otra vez asomaban dioses y semidioses en la cronología de Egipto, en un tiempo en el que todavía no reinaban los seres humanos.
Concluyendo con la posibilidad de que estos dioses y semidioses hubieran gobernando Egipto mucho antes de las dinastías conocidas, ¿quiénes eran estos dioses? ¿De dónde llegaron? ¿Fueron ellos los constructores de los más grandes monumentos de la antigüedad? Esa es la pregunta que deberíamos hacernos ante las evidencias de las transcripciones de los textos del Canon Real de Turín, la Piedra de Palermo, o las Crónicas de Manetón, en lugar de intentar negar su existencia, achacándolas de fantasías de sus autores o mitologías heredadas, sólo porque no encajan en las cronologías del tiempo.
Documental de The History Channel: Alienígenas Ancestrales – Dioses y Alienígenas
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