En los primeros días de marzo de 2006, la siguiente noticia aparecía en los periódicos argentinos:
Un policía dice que fue capturado por extraterrestres
Un cabo de la Policía de La Pampa aseguró haber contactado a humanoides “con ojos rojos” que le transmitían órdenes en forma telepática, tras permanecer desaparecido durante 18 horas y ser buscado por decenas de compañeros, en un campo cercano de la ciudad de General Pico.
El suboficial Sergio Pucheta, alcanzó a decir, antes de perder contacto radial con la base y desaparecer, que “había algo raro” y se aprestaba a investigar, en un paraje conocido como “cruce de las cañas”, a 20 kilómetros al sureste de General Pico.
Según una nota publicada por el diario La Arena, de esa provincia, el extraño episodio comenzó en la noche del jueves con esa comunicación a la base. Poco después de la transmisión en la que el suboficial pedía apoyo, al llegar a su posición, sus compañeros comprobaron que el policía ya no estaba y en el lugar habían quedado su motocicleta, su casco, el handie utilizado en la comunicación, su arma reglamentaria y parte de su uniforme.
Desde entonces se inició un intenso rastrillaje realizado por personal de todas las dependencias policiales que terminó recién unas 18 horas más tarde, cuando un productor rural encontró al policía, unos 20 kilómetros del lugar en el que había dejado su moto y los demás elementos.
El productor encontró al policía acurrucado en una cuneta y en apreciable estado de shock. Como estaba enterado que se buscaba a un uniformado, enseguida dio cuenta a las autoridades.
El policía fue derivado al hospital Centeno, donde se comprobó que más allá del fuerte shock emocional, no presentaba signo de violencia física.
De acuerdo a la información publicada por el matutino local, el policía dio una extraña versión de lo que había sucedido. Aseguró que fue contactado por dos seres de baja estatura, con ojos de color rojo, que le daban órdenes sin dirigirle la palabra. Indicó que trató de huir de los extraños, pero no pudo explicar como llegó al lugar en el que fue encontrado.
Efectivos policiales encargados de investigar el caso revelaron que pudo comprobarse que Pucheta caminó a lo largo de cuatro kilómetros por un camino vecinal y luego las huellas de sus bolseguíes se perdieron en la gramilla.
Según se supo, el suboficial había tenido hasta el momento una conducta intachable y no registraba problemas psíquicos o físicos. Sin embargo, también trascendió que hace pocos días había reportado la presencia de extrañas luces por la zona.
A continuación se detallan los hechos en un informe que nos llega del Centro de Estudios UFO y cuyo autor es el investigador Quique Mario:
Santa Rosa (La Pampa, Argentina). 3 de marzo de 2006.
La desaparición de un efectivo policial de la ciudad de General Pico (La Pampa) en extrañas circunstancias, luego de llamar vía teléfono celular a un compañero que estaba de franco, motorizó una espectacular búsqueda por parte de efectivos de comisarías dependientes de la Unidad Regional II a cargo del comisario inspector Roberto Ayala. Desde las primeras horas de la madrugada y a fin de participar de la búsqueda, se hicieron presentes en el lugar el propio jefe de la fuerza, comisario general (R) Ricardo Baudaux y el ministro de Seguridad, Gobierno y Justicia, Dr. Juan Carlos Tierno.
Detalles del caso
Día: 2 de marzo de 2006.
Hora: 21:30 aproximadamente.
Tiempo: Noche cálida con tormenta aproximándose desde el NO.
Descripción de la zona: Cruce de caminos vecinales. Características comunes a las de cualquier zona, a excepción de un gran cañaveral sobre el sector Oeste. Como característica principal presenta una extensión significativa de más de 300 metros de largo por un ancho variable entre los 2 y 3 m. Los caminos se hallaban en buen estado y transitables antes de la lluvia que comenzó alrededor de la 1 de la madrugada.
Ubicación de la zona: El lugar donde se desarrolla el episodio es parte de la zona rural de la localidad de Dorila con dirección a Maisonave, hacia el Este.
Características del protagonista: Se trata de un hombre de 31 años, en buen estado físico. Se desempeña en la sección Abigeato de la URII con asiento en General Pico. Se identifica como Sergio Pucheta. Casado, su esposa está con un avanzado embarazo. Según testimonios recogidos en el lugar y de sus compañeros, se trata de una persona normal. Aparentemente no tiene problemas familiares visibles, posee un comercio (cyber), no tendría apremios económicos notorios. Goza de un concepto aceptable de parte de sus superiores.
Detalles a tener en cuenta: El efectivo vio “algo” que lo obligó a desarrollar el acto de desarmar la pistola, el handy y dejar caer el teléfono. El suceso alienta una de las hipótesis barajadas desde un principio. Bajo presión de alcances desconocidos, el testigo realizó mecánicamente esos movimientos. De acuerdo a su relato intentó alejarse del lugar porque ellos lo seguían. “Me siguieron toda la noche…”, expresó en forma insistente.
Apareció
El joven Pucheta fue hallado en un camino vecinal paralelo a la Ruta Provincial 1 por un productor que regresaba de la ciudad de General Pico, en una zona que la policía identificó como “El Triángulo”. Al momento de nuestra llegada al lugar, el productor permanecía en el medio de la calle, alejado de Pucheta que permanecía en posición fetal sobre el costado Oeste del camino, visto en dirección a Quemú Quemú.
El primer contacto lo tiene el Comisario Inspector Ayala, quien intenta la primera comunicación sin respuesta. Me acerco a Pucheta desde su derecha, me arrodillo para estar a su altura y observo que no cambia de posición y que mantiene sus extremidades en una posición llamativamente rígida, seguramente producto de un shock emocional considerable.
Le hablo intentando hacerlo reaccionar. Le menciono que se encuentra a su lado el jefe de la Regional II y que quien le hablaba estaba para ayudarlo. Posteriormente lo invito a relajarse mediante un sencillo ejercicio de respiración, conduciéndolo con inspiración por nariz y exhalación por la boca. Poco a poco Pucheta comenzó a distenderse y pude revisar sus manos sin hallar anormalidades. Lo mismo ocurrió con su cabeza, aunque no podía observar el rostro. Dijo que le ardía la vista. Mantenía insistentemente cubierto su rostro.
Cuando estiró sus extremidades inferiores comenzó a relatar entrecortadamente que “me siguieron toda la noche”. Ante la pregunta de “¿quiénes?” expresó que “eran dos… tenían los ojos rojos…”. Ante la pregunta sobre el aspecto de sus perseguidores dijo que “parecían transparentes… y tenían los ojos rojos… con los ojos me hacían doler la cabeza… me decían lo que tenía que hacer… me hicieron llamar por teléfono… me dijeron que esta noche me vendrían a buscar…”.
Interrogado sobre el arma, expresó: “no sé”, términos que repitió al requerírsele sobre el handy y el celular. Insistió… “me siguieron toda la noche”.
Cuando hubo relajado gran parte de su cuerpo, lo invité a levantarse y ayudándolo con el comisario inspector Ayala se puso de pie y rompió en llanto junto a su superior. Lo alenté a que lo hiciera para descargar la angustia que demostraba. En todo momento se cubrió el rostro. Pidió volver a sentarse y con nuestra ayuda lo hizo. Siempre cubrió el rostro con sus antebrazos. Lo invitamos a levantar la cabeza con Ayala y lo hizo a medias, pero sin abrir los ojos. Insistió con el relato de que “tenían los ojos rojos…” y que lo “vendrían a buscar a la noche”.
Su estado era propio de toda persona que sufrió un shock emocional muy fuerte. Manifestó además que le ardían “los dedos” de las manos pero no presentaba anormalidades visibles. Dijo además que le ardían los pies y con ayuda se sacó borceguíes y medias. La planta de los pies presentaba el aspecto de quien ha caminado mucho y con signos de tener ampollas a causa de la transpiración.
La doctora que llegó en una ambulancia sólo se limitó a decirle que venían a ayudarlo pero, con la firme decisión de trasladarlo directamente al hospital Centeno de General Pico.
Lo ayudamos a subir a la camilla. Se puso de pie y siempre cubriendo su rostro con los antebrazos se colocó boca abajo en la camilla.
Su arribo al hospital motivó la preparación de la sala de emergencias donde fue ingresado. Tres enfermeras trabajaron acomodándolo en la camilla, mientras observaban la doctora que lo trasladó, el Dr. Covella y la Dra. Lluch. Le ayudaron a quitarse toda la ropa y le inició el Dr. Covella una revisión superficial que no arrojó anormalidades. Lo consulté si le aplicaría algún tipo de sedante, a lo que respondió negativamente, ya que Pucheta manifestaba tener sueño y deseos de dormir, dejando inconclusas algunas respuestas que le realizaba el médico diciendo que quería dormir.
El Dr. Covella confirmó que le harían hacer análisis completos (sangre, orina) y que permanecería internado al menos por 24 horas en observación.
Ojos rojos
Llama la atención la cantidad de relatos que desde los últimos años de la década del ’90 comienzan a registrarse en la provincia, conteniendo esa descripción: ojos rojos. Entiendo que estamos ante una tipología que si bien no es desconocida, tiene cierto grado de agresión por la secuela que le causa al testigo.
Sostengo esto, al trabajar comparativamente con otros casos como Platner (agosto de 1983) o Castellano (año 1999), aunque hay otros como Sayazo (abril de 1980) en los que hubo una actitud hostil hacia el testigo, cuando fue tomado de la cabeza por uno de los seres y relató haber sentido “un pinchazo” que le produjo la pérdida del conocimiento.
Los “ojos rojos” fueron descriptos por un viajante cuando se produjo el caso en que intervino el comisario David Gallego, comisaría de Telén, a fines de la década del ’90.
Durante el período de mutilaciones de animales, hubo varios casos en los que testigos aseguraron haber observado “algo” de lo que sólo pudieron describir “sus ojos rojos”. Algunos los compararon, al momento de su descripción, “como si fueran dos brasas encendidas”.
El caso producido en diciembre en la zona rural de Parera, tiene como eje central para el protagonista (un jovencito de 17 años) un extraño ser del que no pudo describir su forma pero sí “los ojos rojos” que lo enceguecieron y lo dejaron en el estado en que fue hallado. También en este caso el testigo, a pesar de la experiencia, pudo llamar por su teléfono celular a un familiar para que lo fuera a buscar.
Hay otro caso llamativo con cierto grado de agresión. Es el del productor rural de Jacinto Arauz que mientras recorría un cuadro, fue sorprendido por un Ovni, que visto desde abajo le dio la sensación de que era “como un silo” del que alcanzó a distinguir “tres patas” y que desde ese “aparato” salió un “rayo” que le afectó dos dedos de su mano izquierda en la que portaba un teléfono celular, que contrariamente a la natural ley de gravedad, en lugar de caer al piso, ascendió hacia el aparato. Intervinieron la justicia de General Acha y la policía de Jacinto Arauz. El teléfono nunca apareció.
Un cabo de la Policía de La Pampa aseguró haber contactado a humanoides “con ojos rojos” que le transmitían órdenes en forma telepática, tras permanecer desaparecido durante 18 horas y ser buscado por decenas de compañeros, en un campo cercano de la ciudad de General Pico.
El suboficial Sergio Pucheta, alcanzó a decir, antes de perder contacto radial con la base y desaparecer, que “había algo raro” y se aprestaba a investigar, en un paraje conocido como “cruce de las cañas”, a 20 kilómetros al sureste de General Pico.
Según una nota publicada por el diario La Arena, de esa provincia, el extraño episodio comenzó en la noche del jueves con esa comunicación a la base. Poco después de la transmisión en la que el suboficial pedía apoyo, al llegar a su posición, sus compañeros comprobaron que el policía ya no estaba y en el lugar habían quedado su motocicleta, su casco, el handie utilizado en la comunicación, su arma reglamentaria y parte de su uniforme.
Desde entonces se inició un intenso rastrillaje realizado por personal de todas las dependencias policiales que terminó recién unas 18 horas más tarde, cuando un productor rural encontró al policía, unos 20 kilómetros del lugar en el que había dejado su moto y los demás elementos.
El productor encontró al policía acurrucado en una cuneta y en apreciable estado de shock. Como estaba enterado que se buscaba a un uniformado, enseguida dio cuenta a las autoridades.
El policía fue derivado al hospital Centeno, donde se comprobó que más allá del fuerte shock emocional, no presentaba signo de violencia física.
De acuerdo a la información publicada por el matutino local, el policía dio una extraña versión de lo que había sucedido. Aseguró que fue contactado por dos seres de baja estatura, con ojos de color rojo, que le daban órdenes sin dirigirle la palabra. Indicó que trató de huir de los extraños, pero no pudo explicar como llegó al lugar en el que fue encontrado.
Efectivos policiales encargados de investigar el caso revelaron que pudo comprobarse que Pucheta caminó a lo largo de cuatro kilómetros por un camino vecinal y luego las huellas de sus bolseguíes se perdieron en la gramilla.
Según se supo, el suboficial había tenido hasta el momento una conducta intachable y no registraba problemas psíquicos o físicos. Sin embargo, también trascendió que hace pocos días había reportado la presencia de extrañas luces por la zona.
Santa Rosa (La Pampa, Argentina). 3 de marzo de 2006.
La desaparición de un efectivo policial de la ciudad de General Pico (La Pampa) en extrañas circunstancias, luego de llamar vía teléfono celular a un compañero que estaba de franco, motorizó una espectacular búsqueda por parte de efectivos de comisarías dependientes de la Unidad Regional II a cargo del comisario inspector Roberto Ayala. Desde las primeras horas de la madrugada y a fin de participar de la búsqueda, se hicieron presentes en el lugar el propio jefe de la fuerza, comisario general (R) Ricardo Baudaux y el ministro de Seguridad, Gobierno y Justicia, Dr. Juan Carlos Tierno.
Detalles del caso
Día: 2 de marzo de 2006.
Hora: 21:30 aproximadamente.
Tiempo: Noche cálida con tormenta aproximándose desde el NO.
Descripción de la zona: Cruce de caminos vecinales. Características comunes a las de cualquier zona, a excepción de un gran cañaveral sobre el sector Oeste. Como característica principal presenta una extensión significativa de más de 300 metros de largo por un ancho variable entre los 2 y 3 m. Los caminos se hallaban en buen estado y transitables antes de la lluvia que comenzó alrededor de la 1 de la madrugada.
Ubicación de la zona: El lugar donde se desarrolla el episodio es parte de la zona rural de la localidad de Dorila con dirección a Maisonave, hacia el Este.
Características del protagonista: Se trata de un hombre de 31 años, en buen estado físico. Se desempeña en la sección Abigeato de la URII con asiento en General Pico. Se identifica como Sergio Pucheta. Casado, su esposa está con un avanzado embarazo. Según testimonios recogidos en el lugar y de sus compañeros, se trata de una persona normal. Aparentemente no tiene problemas familiares visibles, posee un comercio (cyber), no tendría apremios económicos notorios. Goza de un concepto aceptable de parte de sus superiores.
Detalles a tener en cuenta: El efectivo vio “algo” que lo obligó a desarrollar el acto de desarmar la pistola, el handy y dejar caer el teléfono. El suceso alienta una de las hipótesis barajadas desde un principio. Bajo presión de alcances desconocidos, el testigo realizó mecánicamente esos movimientos. De acuerdo a su relato intentó alejarse del lugar porque ellos lo seguían. “Me siguieron toda la noche…”, expresó en forma insistente.
Los objetos que poseía el policía al momento del Encuentro Cercano. |
El joven Pucheta fue hallado en un camino vecinal paralelo a la Ruta Provincial 1 por un productor que regresaba de la ciudad de General Pico, en una zona que la policía identificó como “El Triángulo”. Al momento de nuestra llegada al lugar, el productor permanecía en el medio de la calle, alejado de Pucheta que permanecía en posición fetal sobre el costado Oeste del camino, visto en dirección a Quemú Quemú.
El primer contacto lo tiene el Comisario Inspector Ayala, quien intenta la primera comunicación sin respuesta. Me acerco a Pucheta desde su derecha, me arrodillo para estar a su altura y observo que no cambia de posición y que mantiene sus extremidades en una posición llamativamente rígida, seguramente producto de un shock emocional considerable.
Le hablo intentando hacerlo reaccionar. Le menciono que se encuentra a su lado el jefe de la Regional II y que quien le hablaba estaba para ayudarlo. Posteriormente lo invito a relajarse mediante un sencillo ejercicio de respiración, conduciéndolo con inspiración por nariz y exhalación por la boca. Poco a poco Pucheta comenzó a distenderse y pude revisar sus manos sin hallar anormalidades. Lo mismo ocurrió con su cabeza, aunque no podía observar el rostro. Dijo que le ardía la vista. Mantenía insistentemente cubierto su rostro.
Cuando estiró sus extremidades inferiores comenzó a relatar entrecortadamente que “me siguieron toda la noche”. Ante la pregunta de “¿quiénes?” expresó que “eran dos… tenían los ojos rojos…”. Ante la pregunta sobre el aspecto de sus perseguidores dijo que “parecían transparentes… y tenían los ojos rojos… con los ojos me hacían doler la cabeza… me decían lo que tenía que hacer… me hicieron llamar por teléfono… me dijeron que esta noche me vendrían a buscar…”.
Interrogado sobre el arma, expresó: “no sé”, términos que repitió al requerírsele sobre el handy y el celular. Insistió… “me siguieron toda la noche”.
Cuando hubo relajado gran parte de su cuerpo, lo invité a levantarse y ayudándolo con el comisario inspector Ayala se puso de pie y rompió en llanto junto a su superior. Lo alenté a que lo hiciera para descargar la angustia que demostraba. En todo momento se cubrió el rostro. Pidió volver a sentarse y con nuestra ayuda lo hizo. Siempre cubrió el rostro con sus antebrazos. Lo invitamos a levantar la cabeza con Ayala y lo hizo a medias, pero sin abrir los ojos. Insistió con el relato de que “tenían los ojos rojos…” y que lo “vendrían a buscar a la noche”.
El policía víctima del Encuentro Cercano es encontrado en estado de shock. |
La doctora que llegó en una ambulancia sólo se limitó a decirle que venían a ayudarlo pero, con la firme decisión de trasladarlo directamente al hospital Centeno de General Pico.
Lo ayudamos a subir a la camilla. Se puso de pie y siempre cubriendo su rostro con los antebrazos se colocó boca abajo en la camilla.
Su arribo al hospital motivó la preparación de la sala de emergencias donde fue ingresado. Tres enfermeras trabajaron acomodándolo en la camilla, mientras observaban la doctora que lo trasladó, el Dr. Covella y la Dra. Lluch. Le ayudaron a quitarse toda la ropa y le inició el Dr. Covella una revisión superficial que no arrojó anormalidades. Lo consulté si le aplicaría algún tipo de sedante, a lo que respondió negativamente, ya que Pucheta manifestaba tener sueño y deseos de dormir, dejando inconclusas algunas respuestas que le realizaba el médico diciendo que quería dormir.
El Dr. Covella confirmó que le harían hacer análisis completos (sangre, orina) y que permanecería internado al menos por 24 horas en observación.
Llama la atención la cantidad de relatos que desde los últimos años de la década del ’90 comienzan a registrarse en la provincia, conteniendo esa descripción: ojos rojos. Entiendo que estamos ante una tipología que si bien no es desconocida, tiene cierto grado de agresión por la secuela que le causa al testigo.
Sostengo esto, al trabajar comparativamente con otros casos como Platner (agosto de 1983) o Castellano (año 1999), aunque hay otros como Sayazo (abril de 1980) en los que hubo una actitud hostil hacia el testigo, cuando fue tomado de la cabeza por uno de los seres y relató haber sentido “un pinchazo” que le produjo la pérdida del conocimiento.
Los “ojos rojos” fueron descriptos por un viajante cuando se produjo el caso en que intervino el comisario David Gallego, comisaría de Telén, a fines de la década del ’90.
Durante el período de mutilaciones de animales, hubo varios casos en los que testigos aseguraron haber observado “algo” de lo que sólo pudieron describir “sus ojos rojos”. Algunos los compararon, al momento de su descripción, “como si fueran dos brasas encendidas”.
El caso producido en diciembre en la zona rural de Parera, tiene como eje central para el protagonista (un jovencito de 17 años) un extraño ser del que no pudo describir su forma pero sí “los ojos rojos” que lo enceguecieron y lo dejaron en el estado en que fue hallado. También en este caso el testigo, a pesar de la experiencia, pudo llamar por su teléfono celular a un familiar para que lo fuera a buscar.
Hay otro caso llamativo con cierto grado de agresión. Es el del productor rural de Jacinto Arauz que mientras recorría un cuadro, fue sorprendido por un Ovni, que visto desde abajo le dio la sensación de que era “como un silo” del que alcanzó a distinguir “tres patas” y que desde ese “aparato” salió un “rayo” que le afectó dos dedos de su mano izquierda en la que portaba un teléfono celular, que contrariamente a la natural ley de gravedad, en lugar de caer al piso, ascendió hacia el aparato. Intervinieron la justicia de General Acha y la policía de Jacinto Arauz. El teléfono nunca apareció.
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