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Thursday, November 24, 2011

Jardines de la Antiguedad; Egipto.

 Los primeros jardines de los que tenemos noticia son los creados por las culturas egipcia y mesopotámica; los escritos de historiadores y viajeros de la Antigüedad son nuestras mejores fuentes, así la Historia Natural de Plinio el Viejo, las Historias de Herodoto de Halicarnaso, la Geografía de Estrabon o la Biblioteca Histórica de Diororo Sículo nos dan noticia de estos recintos y junto con los restos de pinturas y relieves conservados que han ido apareciendo en los yacimientos arqueológicos son las mejores fuentes para reproducir y/o imaginarnos estos jardines. A esto debemos añadir los datos que los análisis de los expertos, cada vez más exactos y perfectos nos revelan respecto al tipo de flora y fauna que habitaba estos espacios.

            La acertada frase de Estrabon definiendo la función del  Nilo respecto a Egipto es, también, acertada y apropiada para nuestro estudio ya que el hecho de que el país sea <un don del Nilo> incluye y posibilita la existencia de jardines; las crecidas anuales del río una vez encauzadas y controladas mediante técnicas hidráulicas bastante desarrolladas, permitían la distribución del agua y la fertilización de los campos y los jardines. El agua es para los egipcios un don divino de forma que los textos conservados nos hablan de ella como una exudación del dios Osiris, siendo Isis, su esposa, la tierra que sería de este modo fertilizada. La civilización egipcia creó varios tipos de jardines y su clasificación y su denominación estaba condicionada según su forma, su vegetación, su finalidad, etc… 
                                  el-nilo.jpg El Nilo.


En primer lugar debemos plantearnos ¿quiénes, entre los egipcios, eran capaces de tener y disfrutar de un jardín? La respuesta es bastante clara: únicamente las clases de cierto nivel económico podían permitirse tal lujo ya que su construcción exigía una serie de condiciones imposibles de cumplir en cualquier otro estatus. Cómo hemos dicho el agua procedente de la crecida anual del río era esencial; debía ser recogida y embalsada en lagos artificiales y/o piscinas, bloqueada mediante diques y controlada mediante aberturas en su parte inferior para poder darle salida cuando era necesario. Los jardines se ubicaban en las proximidades de las casas y de estos depósitos según podemos observar por los restos de pinturas, relieves o descripciones de los textos. Solo los ciudadanos de alto nivel económico podían construir sus propias piscinas, aljibes o pozos en sus propiedades. Un alto muro alto rodeaba el recinto general y otros muros más bajos distribuían el espacio interior organizando los diversos pabellones, quioscos, jardines e incluso huertos de la alta sociedad egipcia.
            Los altos personajes del país poseían frondosos parques en los que buscaban el frescor entre la diversa vegetación, a veces espacios amplios próximos al río en los que incluso se podía cazar y pescar como nos muestra una pintura de la tumba tebana del noble Nebamún, al parecer  escriba y contador de grano, en la que podemos verle navegar, sobre un frágil bote de papiros, y cazar con bumerán mientras su gato atrapa algunas garzas; su mujer y su hija observan la escena en las proximidades y los peces de diversas especies se desplazan por el lago.

nebamum.jpg  (Pintura de la tumba tebana de Nebamún)

                                                   nebamum2.jpg
(Reproducción del Jardín de Nebamún)


El British Museum conserva una reproducción del jardín de este mismo noble que nos permite apreciar su distribución; un estanque rectangular, por el que se mueven peces y aves, rodeado de vegetación entre la que se distinguen palmeras datileras, sicomoros y mandrágoras.
            Un papiro iluminado datado casi con seguridad en las primeras décadas de la dinastía XIX (c. 1320-1290 a. C.) nos muestra a Nakht y a su esposa saliendo de su casa, al amanecer, para adorar al sol naciente Ra y a Osiris que se halla sentado en su trono delante de la diosa Maat, señora de las <Dos Tierras> hija de Ra, que nos permite ver la casa de estos nobles y el jardín que se habían construido delante de ella. La tumba de un cortesano de Mentuhotep enterrado en la necrópolis de Deir al-Bahari contiene una maqueta o miniatura de un típico jardín egipcio, posiblemente el de la casa del propio cortesano, que fue depositado en la tumba junto con el difunto para que éste, en la otra vida, siguiese disfrutando del jardín y sus productos. En ella podemos observar un patio porticado rodeado de las típicas chumberas con los frutos en sazón.  
papironakht.jpg( Papiro de la Dinastía XIX, representando a Nakht y su esposa)


(Maqueta de jardín egipcio, en Deir Al- Bahari) maqueta.jpg


Otro ejemplo de jardín, en esta ocasión botánico, es el que nos muestra el relieve de la tumba de de Tutmés III de la XVIII dinastía en Karnak, en él vemos las plantas que dicho monarca había traído de sus campañas de Siria. El monarca transportó a Tebas las plantas exóticas de los países conquistados e hizo esculpir los diversos árboles y arbustos en las paredes del templo de Karnak con la siguiente inscripción <Plantas que su majestad encontró en la tierra de Retenú. Estas son las plantas que crecen en la Siria, que está bajo mis sandalias, por disposición de mi padre Amón. Mi majestad dijo: Yo juro por el amor que me tiene Rá,  por el favor que me manifiesta Amón, que estas cosas existen de verdad, que no las he grabado de imaginación [...]>. La nómina de plantas existentes en Egipto faraónico es extensa, si añadimos a las originarias del país las que, como hemos visto llegaron desde otras regiones próximas entre las que, además de la citada vendrían del Sudán, el Cuerno de África y las regiones del río Zambeze por el sur y los países ribereños del Mediterráneo por el norte.
            Otro tipo de jardines existentes en Egipto eran los que se construían en las proximidades de los templos; se plantaban largas hileras de árboles cada uno de ellos en un cajón individual para que facilitar su riego y también podían existir bosquecillos y grupos de árboles plantados generalmente en hileras regulares; era también frecuente ver grupos de árboles sagrados organizados dentro del recinto templario. Los árboles estaban vinculados a un dios y así tenemos que Osiris era identificado con el sauce, Re-Horakhty y las diosas Isis, Hathor y Nut con el sicomoro; Horus con la acadia, Upauat con el tamariz; este tipo de creencias condicionaba a veces la utilización de las maderas de los árboles en las ofrendas o en el tallado de sus imágenes.
(Relieves del jardín de Tutmés III)egiptorelieve1.jpg              egiptorelieve2.jpg ( Relieves del Jardín de Tutmés III)

(Reproducción del Obelisco de Heliópolis. Delante del Templo de Ra. Hoy en El Cairo)obeliscojardin.jpg


El poder creador del agua se manifiesta de manera muy evidente en lo que podríamos considerar el jardín natural del desierto; porciones de terreno con capacidad de producir y sostener vegetación por sí solas y de esta forma facilitar la supervivencia del hombre en medio del desierto, su nombre les fue dado por los egipcios y adoptado y trasmitido por Herodoto; esas islas de vegetación perdidas al oeste del Nilo mantenidas por emergencias de agua procedentes de profundos acuíferos. La palmera datilera es su árbol más característico y bajo sus copas pueden cultivarse otros árboles frutales, como chumberas y granados, y algunas hortalizas que aprovechan el microclima que se crea en estos lugares que los egipcios creían bajo la protección de dioses, como Set y Amón. Uno de los más grandes e importantes fue el oasis de Siwa; denominado más tarde por los griegos Oasis de Amón, en él se mantenía un oráculo que gozaba de gran prestigio.

            oasis.jpg (El Oasis; perfecto ejemplo del poder del agua y de la pervivencia de lo sagrado)

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