ATRACCIÓN FATAL
ATRACCIÓN FATAL - (1998)
Los
científicos estiman que cerca de mil asteroides están en condiciones de
cruzar la órbita terrestre. ¿Qué medidas de prevención que toma la NASA
ante un eventual e inesperado impacto sobre nuestro planeta?
En 1998,
un estudio sacudió al mundo: un asteroide de 1600 metros de diámetro
podría chocar contra la tierra en el año 2028. Pero luego de varias idas
y venidas, los científicos concluyeron que el asteroide pasaría a casi
un millón de kilómetros de nuestro planeta. Esto permitió un suspiro de
alivio generalizado. Pero, en realidad, el caso del asteroide "1997 XF
11", descubierto por el astrónomo James Scotti, era tan sólo la punta
del iceberg. Desde hace décadas, los astrónomos saben que los asteroides
son una amenaza latente: Más de una vez, y en tiempos muy recientes, la
Tierra se ha salvado por un pelo de chocar con una de esas enormes
bolas de roca y metal, que de tanto en tanto cruzan la órbita terrestre.
En un
futuro cercano, una de ellas podría impactarse efectivamente contra
nuestro planeta y provocar una catástrofe pavorosa, parecida a la que
liquidó a los dinosaurios, entre otras muchas especies, hace 65 millones
de años. Por eso, los astrónomos vigilan el cielo, mientras imaginan
estrategias de defensa.
ENORMES ROCAS DEFORMES
Los
asteroides son la escoria del sistema solar: objetos de roca y metal
deformes, fríos y oscuros. Son mucho más chicos que sus hermanos
mayores, los planetas, y casi todos giran entre las órbitas de Marte y
Júpiter. En esa zona vagabundean cientos de miles de ellos, formando un
enorme anillo conocido como "el cinturón de asteroides" (faja de
asteroides). Allí pueden encontrase verdaderos monstruos, como Ceres,
Pallas o Vesta (de 1000, 580 y 550 kilómetros de diámetro
respectivamente). Según las teorías más aceptadas, el cinturón de
asteroides sería in disco de materia que nunca llegó a formar un planeta
por culpa de los tirones gravitacionales ejercidos por el vecino y
gigante Júpiter. Otra de las teorías es que entre Marte y Júpiter, hace
quizá un millón de años, hubo un planeta, el cual fue destruido por la
intervención de algún gran astro proveniente de otra galaxia. El impacto
debió ser enorme, destruyéndolo, y creando la faja de asteroides que
vemos hoy.
VISITAS PELIGROSAS
Existen
otros asteroides rebeldes que se mueven en otras regiones del sistema
solar. Algunos cruzan la órbita de Marte, e incluso, la propia órbita
terrestre: estos son los asteroides peligrosos, los que pueden chocar
con nuestro planeta. En 1932, el astrónomo belga Eugen Delporte
descubrió uno al que bautizó curiosamente, Amor. Así, Amor inauguró una
nueva categoría astronómica: la de los asteroides cuyas órbitas se
acercan a o se cruzan directamente con la terrestre. Hasta ahora se han
encontrado cerca de doscientos, pero se sospecha que puede haber 1000 o
más. La trayectoria de estos asteroides está "bajo control", pero la
influencia gravitacional de otros cuerpos, especialmente la Tierra y
Marte, puede cambiarles el rumbo, y un leve cambio orbital podría hacer
que chocaran con nuestro planeta.
TELESCOPIOS PATRULLEROS
Cuando,
hace unos 40 años, los astrónomos se dieron cuenta de que existían unos
cuantos de estos asteroides, decidieron rastrearlos. Así, en 1973,
empezaron a patrullar el cielo con uno de los telescopios del
Observatorio de Monte Palomar, en Califormia. Y con los años fueron
descubriendo muchos asteroides más. En 1983, los estadounidenses
estrenaron el Spacewatch, un telecopio de 90 cms de diámetro, diseñado
especialmente para vigilar objetos peligrosos. El Spacewatch forma parte
de un plan de detención de asteroides cercanos a la Tierra, financiado
por la NASA. Fue instalado en el Observatorio de Kitt Peak, en Arizona,
Estados Unidos, y trabaja todas las noches; su método de búsqueda se
basa en tomar, a intervalos, fotografías de una misma zona del cielo; de
esta manera, cuando se detecta que algo ha cambiado de lugar entre una
foto y otra, es probable que se trate de un asteroide o un planeta. Lo
que sigue es la conformación del hallazgo y los complejos cálculos
orbitales que permiten conocer la trayectoria del objeto y, en
consecuencia, averiguar si puede o no chocar con la Tierra, y cuándo.
IMPACTO DE METEOROS
Hay
asteroides de todas las formas y todos los tamaños. Cuando miden menos
de 50 metros se les cambia la etiqueta de "asteroides" por la de
"meteoritos". Los meteoritos que chocan con la Tierra no son tan
peligrosos, ya que estallan al entrar en la atmósfera terrestre y sólo
llegan a la atmósfera algunos trozos que, entonces, reciben el nombre de
meteoros. Los científicos calculan que, para resistir -mas o menos
intacto- la fricción atmosférica, un objeto de roca y metal debe medir
cerca de 100 metros de diámetro, medida que ya cabe en le rubro
asteroidal. Por lo general, los meteoros son simples escombros del
tamaño de una moneda o un puño, Sin embargo, en raras ocasiones llegan a
la superficie algunos enormes y pesadísimos que, puesto que vienen a
una velocidad tremenda (70 k/s) se convierten en terribles bombazos que
pueden producir cráteres de varios metros de diámetro. Como hay
muchísimos más meteoritos que asteroides dando vueltas por el espacio
cercano (de hecho, sería imposible contarlos), los impactos de meteoros
son mucho más frecuentes. Y, precisamente por su pequeño tamaño y enorme
cantidad, es poco lo que se puede hacer para protegerse de los
meteoros. Pero, por suerte, la inmensa mayoría de ellos cae en los
océanos o zonas despobladas, simplemente por una cuestión de
probabilidades.
Si bien
es difícil, de tanto en tanto los científicos logran recuperar algún
meteoro de tamaño apreciable. Y por medio de análisis y observaciones
con microscopio han aprendido mucho acerca de la composición química de
los asteroides y de los grandes meteoritos. Al parecer hay dos grandes
familias d meteoros: los metálicos; compuestas principalmente por hierro
y níquel, y los ígneos; que son bastante parecidos -químicamente- a las
rocas terrestres. Es decir, son objetos bastante densos, de varios
gramos por centímetro cúbico. Así, por ejemplo, uno del tamaño de un
televisor grande pesa 1500 kilos. Más allá de su valor científico, los
meteoros son objetos de alto valor monetario. Un meteoro del tamaño de
una manzana puede valer varios miles de dólares.
ENCUENTROS CERCANOS CON ASTEROIDES
Observados
con un telescopio, los asteroides no son más que simples puntos de luz
no demasiado brillantes: su aspecto es muy similar al de las estrellas. Y
por eso mismo, el genial astrónomo inglés William Hershell (descubridor
del planeta Urano -en 1781- y de unos cuantos cometas) los bautizó con
ese nombre: en griego la palabra asteroide significa "parecido a una
estrella". Hasta hace apenas unos años se conocía muy poco acerca de
estas enormes rocas vagabundas: mediante las observaciones telescópicas,
los astrónomos sabían que eran objetos mucho más chicos que los
planetas, y, probablemente, bastante deformes. Hubo que esperar hasta
principios de los noventa para obtener un primer plano de un asteroide:
en octubre de 1991, la sonda espacial Galileo (de la NASA) se acercó
hasta Gaspra (de tamaño apenas menor que Fobos y Deimos, lunas de
Marte), lo estudió y lo fotografió en detalle. Así se supo que Gaspra
tenía forma de papa, medía unos 20 kilómetros de largo y su superficie
estaba cubierta de pequeños cráteres. Dos años más tarde, la Galileo
-que se dirigía hacia Júpiter- llegó hasta Ida, un asteroide con una
forma bastante parecida a la de Gaspra, pero mucho más grande: mide 50
kilómetros. Las detalladas imágenes que envío la sonda, acerca de Ida,
permitieron conocer mucho mejor la cara de los asteroides y alguna de
sus características geológicas y orbitales, pero sin duda la mayor
sorpresa fue el descubrimiento de una pequeña lunita que daba vueltas a
su alrededor.
Los
astrónomos la bautizaron Dactyl. Tiene un kilómetro de diámetro. El
hallazgo de Dactyl sirvió para confirmar las sospechas que muchos
científicos tenían sobre la posible existencia de "lunoides" que giran
alrededor de los asteroides, al igual que lo hacen las lunas alrededor
de los planetas del sistema solar. El más reciente encuentro cercano con
un asteroide ocurrió a mediados de 1997, cuando la sonda NEAR (también
de la NASA), pasó muy cerca de Mathilde, de unos 70 kilómetros de
diámetro. Cuando la NEAR envió las primeras fotografías de Mathilde, los
astrónomos quedaron sorprendidos: su accidentada superficie era la más
oscura de todos los cuerpos conocidos del sistema solar. Afortunadamente
estos tres asteroides no son una amenaza para la Tierra, por que sus
órbitas se mantiene bastante estables dentro del cinturón entre Marte y
Júpiter. Como dato complementario, podría añadirse que el cráter de
Arizona, de 800 metros de diámetro y 200 de profundidad, fue creado por
un asteroide de apenas 30 metros de diámetro.
LO QUE SE VIENE
La
noticia de que el asteroide 1997 XF 11 se acercará dentro de unos 30
años (escrito en 1998) no es menos inquietante ni tranquilizante. Y pone
en evidencia la realidad de un peligro casi cotidiano: en los últimos
años, nuestro planeta ha pasado muy cerca de varios asteroides
(pequeños, por cierto). Estos "encuentros cercanos" no han tenido mucha
difusión, quizá para evitar preocupaciones exageradas. El más peligroso
aconteció en Marzo de 1989, cuando un asteroide de 500 metros (bautizado
como 1989FC) pasó a menos de 700,000 kilómetros de distancia de la
Tierra. Nos salvamos por un pelo. Nuestro planeta y el asteroide pasaron
por el mismo punto con una diferencia de 6 HORAS!!!. Teniendo en cuenta
que el 1989FC pesa cerca de 50 millones de toneladas y que venia a
70,000 kilómetros por hora, su impacto hubiera provocado un cráter de
varios kilómetros y una explosión equivalente o superior a la detonación
del arsenal nuclear mundial. Casi nada.
En 1993 y
1994, dos meteoritos de 10 a 20 kilómetros de diámetro no lo atinaron a
la Tierra por "apenas" ciento cincuenta mil y cien mil kilómetros
respectivamente. Y en Mayo de 1996, un asteroide de 200 metros de
diámetro pasó a 450 mil kilómetros, un poco más que la distancia a la
luna. Como existen, por lo menos, doscientos asteroides girando en
órbitas peligrosas (es decir, se cruzan o se acercan a la Tierra, nadie
en su sano juicio puede negar el peligro que representan. Eugine
Shoemaker, el gran astrónomo y geólogo estadounidense, resumió el
problema así: "La pregunta no es si los impactos van a ocurrir o no,
sino cuándo".
DEFENDER LA TIERRA
Está
claro que no basta patrullar los cielos en busca de posibles asteroides
peligrosos; por eso, la NASA ya considera posibles mecanismos para
defender la Tierra de alguno de ellos. La idea básica es "desviarlos".
Hay por lo menos un par de estrategias: un sería enviar dos o tres
navecitas que se acerquen al asteroide y lo empujen mediante cohetes
propulsores; la otra, dispararle un cohete para modificar su trayectoria
( si se tratara de un asteroide de 1 o 2 kilómetros de diámetro, el
cohete podría ir equipado con algunas cargas nucleares, pocas, porque si
no también sería sumamente peligros destruirlo (sus pedazos podría caer
sobre la Tierra en una suerte de lluvia de meteoritos). El caso de 1997
XF 11 puede servir para que la humanidad piense seriamente en este
problema. Un día, los dinosaurios fueron aniquilados por el impacto de
un asteroide. En aquellos tiempos no existía ninguna forma de vida capaz
de defender la Tierra. Pero hoy en día, sí.
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