Bochica, el Noe Colombiano
La
tradición juega un papel muy importante en la cultura colombiana, sobre
todo en las actuales comunidades indígenas cuyas costumbres poco tienen
que ver con las tradiciones cristinas. Una de estas tradiciones que
encontré en una fuente que parece fidedigna y seria cuenta la historia
de uno de los dioses más importantes de los Chibchas que habitaban la
zona del altiplano cundiboyacense. De todas formas, en mi oponión, la
historia contiene demasiadas conincidencias con la religión católica,
algo que parece poco probable debido al hecho de hablar de una cultura
totalmente diferente de la nuestra y la época mucho más antigua de la
llegada de los españoles cristianos a las tierras americanas.
El mito cuenta
que en los tiempos remotos cuando todavía la Luna no acompañaba a la
Tierra en la meseta colombiana vivía el pueblo Chibcha. Vivían en una
tierra pródiga que sin mucho esfuerzo daba dos cosechas al año. Los
Chibchas se desarrollaron muy rápido y pronto olvidaron de sus dioses.
Dejaron de trabajar, peleaban mucho entre sí y solo se ocupaban de los
placeres. En esta situación, Chia, la diosa de la noche, pidió un fuerte
castigo para ellos, pero Suá, el Sol y Bachué, la Naturaleza,
decidieron darles otra oportunidad. Soplaron sobre la Tierra y
engendraron una parte de su deidad en el vientre de una mujer pura y
hermosa, esposa de un artesano. De este soplo divino nació un niño al
que llamaron Bochica, hijo del Cielo.
Bochica creció
como un dios civilizador de los indígenas, muy parecido al dios peruano
Manco-Capac y el mejicano Quetzalcoatl. Les enseñó a los indígenas a
sembrar, a fabricar casas, a tejer en algodón y el fique, a cocer el
barro y hacer ollas, a construir redes para coger los peces en los lagos
y en los ríos, a fabricar arcos y flechas para cazar en los bosques,
les dio el calendario, códigos de respeto, de convivencia y les enseñó a
amar los dioses.
Cuando el pueblo
empezó a vivir tranquilo, Bochica desapareció. Pero no había pasado
mucho tiempo, cuando los Chibchas volvieron a sus malas costumbres. Para
castigarlos los dioses enviaron una sequía tremenda y luego una
inundación. Cuando las aguas bajaron, los pocos sobrevivientes vieron
llegar entre la bruma que se levantaba al amanecer, un anciano de larga
barba que caminaba ayudándose con un bastón.
Bochica otra vez
se ocupó de su amado pueblo. Le regalo el fuego que secó sus ropas, que
cocinó sus alimentos, que les calentó en las noches… y se quedó con
ellos. Cuando sintió que se le acercaba la muerte, se escondió en la
montaña.
Después de la
muerte del dios ocurrió algo increíble. El monte empezó a emanar un
brillo profundo como el fuego que Bochica había entregado a sus hombres
después del diluvio. Las piedras brillaban, pero no de color rojo, sino
verde como la selva y como el agua de la laguna. Este era el alma de
Bochica y su tumba se había transformado en un inmenso depósito de
esmeraldas.
Esta es la
historia del Bochica, un anciano de barba larga y blanca, de piel blanca
y ojos azules, envuelto en una manta grande que lo cubría hasta los
pies y con una varita de oro en la mano que sacrificó su vida para
darles lo mejor a su amado pueblo Chibcha y para quedarse en su memoria
para siempre.
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